martes, 20 de enero de 2015

SABINA OLMOS, ACTRIZ Y CANCIONISTA

Fue actriz y cancionista. Nació hace exactamente cien años, el 4 de febrero de 1913, en el barrio de Once, en un Buenos Aires que comenzaba a acunarse con los sonidos de una música que iba definiendo sus figuras. Su nombre era Rosa Herminia Gómez y desde muy pequeña se identificó con el canto. Debutó en Radio Rivadavia con canciones criollas y tres años después el director cinematográfico Manuel Romero la convocó para un pequeño papel en “La rubia del camino”. Antes había hecho una fugaz aparición en “El casamiento de Chichilo”. A pesar de no tener formación artística se impuso su seriedad y responsabilidad en el trabajo.
Así se fueron sucediendo los títulos: “Los apuros de Claudina”, “La vida es un tango”, “Mujeres que trabajan” junto a la inefable Niní Marshall. Con ella consolidó una sincera amistad. Hicieron cuatro películas: “La gente no sabe que era mucho más divertida en los ensayos que en las películas”, la evocaba Sabina con cariño.
A lo largo de su carrera hizo más de treinta películas. De a poco, casi sin proponérselo, se convirtió en la sufrida del cine argentino. Su verdadera popularidad llegó con el rol de Felicia en la película “Así es la vida”, una joven que se enamora de un novio que por sus ideas socialistas no era aceptado por su familia y finalmente ella se queda “para vestir santos”. Corría el año 1939 y este trabajo la hizo popular en toda Latinoamérica. La película fue dirigida por Francisco Mugica y compartió cartel con Enrique Muiño y Elías Alippi. El guión era de Nicolás de las Llanderas y Arnaldo Malfatti y le valió el premio a la mejor actriz dramática de reparto otorgado por la Municipalidad de Buenos Aires. Ese mismo año, junto a Hugo del Carril, hizo “La vida es un tango”, donde cantó como solista “Mi noche triste”, “La morocha”, “Pero hay una melena”, “Aquel tapado de armiño”.
Lo cierto es que entre 1930 y 1940, Sabina Olmos se ganó un espacio en el cine argentino tipificando a la muchacha buena y dulce con un toque personal de ternura y señorío. Aunque nunca tuvo la relevancia de Zully Moreno o Mirtha Legrand, las verdaderas divas de esos años, su nombre y su popularidad fueron notorios. También hubo roles en teatro y en su momento en la TV.
En 1947, junto a Pedro López Lagar protagonizó “Albéniz”, basada en la biografía del compositor español, actuación por la que recibió el Cóndor de Plata.
Trabajó bajo la dirección de maestros como Mario Sóffici en “La gata”, “Tierra del fuego”, en 1948, con Alberto Closas, considerado por los críticos como uno de sus mejores roles. Su último gran trabajo fue en 1949, con “Historia del 900”, junto a Hugo del Carril, que también dirigió el film.
El amor de su vida fue Charlo, Carlos José Pérez de la Riestra, con quien se casó, pero nunca tuvieron hijos. Ambos realizaron exitosas giras por Latinoamérica. Estos contactos les sirvieron cuando cayó el gobierno de Perón, sin ser militantes ambos, fueron considerados simpatizantes del régimen y tuvieron que optar por un exilio que duró varios años. Sabina había sido amiga de Eva Perón, ella les había obsequiado las alianzas de matrimonio y eso fue suficiente para integrar las listas negras. Fueron años duros de nostalgias y deambular por América y Europa.


En la década del ‘60 volvieron a Buenos Aires y Sabina protagonizó “Pesadilla”, producida por Charlo que fue un rotundo fracaso.
A partir de ese momento hubo que subsistir. Canal 11 le dio un lugar como asesora artística de la galería de arte del Canal. En 1969 apareció en la nueva versión de “Los muchachos de antes no usaban gomina”, esta vez dirigida por Enrique Carreras. En 1974 “Intimidades de una cualquiera”, dirigida por Armando Bo, pero de a poco, sus roles se transformaron en secundarios. Ya en el final de su carrera actuó para la televisión en “Estación retiro”(1970), “Sinfonía pastoral”, con Thelma Biral y “Simplemente María” en 1969 con Irma Roy.
En 1983 fue convocada por Rodolfo Graziano para integrar el elenco de “Hoy ensayo hoy”, en el Teatro de la Ribera. Compartía cartel con grandes de la escena nacional como Irma Córdoba, Margarita Padín, Iris Marga, Elena Lucena y un elenco realmente brillante. Allí volvió a ser feliz. Se la reconoció en todo su valor junto a sus compañeros de rubro.
Pero la temporada terminó y volvió la soledad y casi el olvido. En 1989, recibió el Cóndor de Plata por su trayectoria, un merecido homenaje que no logró mitigar su dolor cuando al año siguiente murió su amor de toda la vida.
Sabina quedó sola. La tristeza y la depresión, sumadas a las penurias económicas, la fueron ganando. Hubo un último trabajo en 1992, “Siempre es difícil volver a casa”, bajo la dirección de Jorge Polaco.
Vivía en un noveno piso en Villa Lugano y en el amanecer del 14 de enero de 1999 decidió que ya nada valía la pena. Se arrojó por el balcón. En su mano todavía lucía el anillo que Eva Perón le había regalado en ocasión de su matrimonio con Charlo. Tenía 85 años. Poco tiempo antes manifestó: “A esta edad lo único que hay que hacer es dejar pasar la vida. Nadie se acuerda de mí, pero aún así, me sigue reconfortando el cariño de la gente”.