Fundado en 1944, comienza a tener brillo propio a partir de la década del 60, cuando la bohemia porteña decidió que ese era su lugar para confrontar ideas. Hasta 1976 tuvo su sello distintivo, sus largas noches de encuentros y discusiones. En sus paredes se respiraba vida. Hoy, sencillamente languidece. Ese lugar lleno de gente hoy está vacío. ¡Si hasta el “Ramos” tiene más vida!
Durante mucho tiempo la arteria principal del porteño fue Corrientes, bautizada como "la calle que nunca duerme", y su corazón latió en Corrientes y Esmeralda, esquina en que Scalabrini Ortiz sitúo al "hombre que está solo y espera". Con el correr de los años su pulso se trasladó a otra esquina: Corrientes y Montevideo. El “Ramos”, “Pernambuco”, “La Paz” fueron algunos cafés que marcaron el nuevo ritmo.
En “La Paz” se reunían literatos, cineastas, músicos, principiantes psicoanalistas. Todos jóvenes y noveles.
Durante los 60 y fines de 1975 sus habitués se caracterizaron por sus barbas, las mujeres por sus pechos sin sostenes que se adherían a las musculosas, por los atados de cigarrillos negros “Particulares” sin filtro, los fuertes “Parisiennes” o los “Jockey Club”, también por la variada temática de los libros depositados en las mesas, y algunos por sus pipas.
Típico café porteño con sus ventanas tipo guillotinas (esas que se abren para arriba), siempre abiertas ya que eran tiempos en que el aire acondicionado no existía –se escuchaba el monótono ruido de los ventiladores– y era frecuente ver a una persona del lado de afuera acodada en la ventana charlando con otra sentada en una mesa de esas que permiten ver la vida a través de un vidrio.
En una mesa de cuatro, cabían diez y consumían dos.
A cualquier hora había gente; mucha. Cumplía las funciones de "bar vidriera": si uno caminaba por Corrientes, era inevitable no cruzarse hasta Montevideo y pispear si se encontraba algún conocido.
En distintas mesas se los podía ver a Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, el "Mono" Villegas o David Viñas.
Época de bullicio, de discusiones, donde el murmullo no tenía cabida. Tenía vida.
Épocas de cafés, de ginebras, aperitivos o whiskys. ¡Y de levantes!
Épocas de ideas, ardides y demás.
Había energía.
Luego vino la dictadura militar de 1976, y con ella las razzias, los sinsabores. Muchos de aquellos que ocuparon sus mesas hoy están desaparecidos, otros debieron exiliarse.
El país y el café “La Paz” comenzaron a languidecer. La polémica, la alegría, la bronca, la vida que forjaron sus mesas se fueron para no volver.
En 1980 estuvo a punto de cerrar, siendo rescatado, en 1997, por el Gobierno de la Ciudad y a partir de entonces es uno de los bares notables.
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