La Argentina peronista obtuvo grandes logros históricos y, por supuesto (como todos los gobiernos) tuvo características cuestionables. Pero si hubo en él una protagonista transparente, esa fue Eva. Fanática, convencida, inteligente, emprendedora, carismática y visceral. Podría haber elegido conservar su lugar cerca de Perón, cumpliendo su rol de primera dama, sin sacrificios ni disgustos, pero eligió actuar sobre una realidad que a ella le había tocado sufrir y no quería para su pueblo. Si gastó su vida quitándole horas al sueño y a los afectos por atender a “sus grasitas” no fue por interesada demagogia sino porque quería revertir injusticias atendiendo cada caso en particular y personalmente. Una meta tan admirable como imposible. Podemos discutir y evaluar si la utilización de recursos fue excesiva, si el enfrentamiento a los adversarios políticos fue antidemocrático, si el beneficio del sector trabajador y humilde por sobre los demás fue desmedido, pero no puede cuestionarse que Evita se ganó con creces el amor de sus descamisados -que se contaban por millones- dándolo todo, con las herramientas económicas, políticas y humanas que tenía. No tuvo cátedra, tuvo corazón.
martes, 10 de agosto de 2021
" No tuvo cátedra, tuvo corazón" por Gabriela Biondo
Ha pasado mucha agua debajo del puente y las valoraciones que se hacen de su persona, hasta el día de hoy, no pueden despojarse de sentimientos y subjetividades. Es que fue una mujer que caló hondo en la historia de los argentinos, tanto en los corazones de quienes la amaron y lloraron por años, como en aquellos que celebraron su enfermedad. Tenía 33 años cuando su cuerpo dijo “basta”. Era una jovencita todavía, una mujer llena de sueños, energía y convicciones a la que su fuerte carácter y obstinación le arrebataron la vida sin pedir permiso ni dar tregua.
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