viernes, 9 de agosto de 2013

Sergio Víctor Palma, 33 años después de la gloria

Sobresale la sonrisa eterna sobre su piel morocha.  Sergio Víctor Palma, y empieza a recordar otra vez.
Proyecta a través de sus ojos verdes las imágenes del glorioso 9 de agosto de 1980;los puños que querían tocar el cielo de esa tarde-noche en la que conquistaba el título mundial de los supergallos. Aquel día, que la geografía presentó en sociedad a Spokane, una pequeña ciudad norteamericana lindante con Canadá, en la que el "inusual" boxeador chaqueño, ese que alternaba el gimnasio con la poesía y la guitarra, devastaba a un tal Leo Randolph.

"Randolph se pensaba que era el campeón mundial, pero yo era mejor. Me sorprendió que la pelea se hizo por la tarde y en un estadio más chico que el Luna Park", rememora Palma y advierte que su memoria no es buena a los 57 años. Mas a lo largo de la charla recordará nombres, ciudades y fechas con una precisión de relojería.

Aquel guerrero sin tanta pureza técnica, pero con un corazón que parecía imposible que entrara en sus 55 kilos, llegaba al paraíso pugilístico. Pasaba la frustración de ocho meses antes, cuando fue vencido por el colombiano Ricardo Cardona en Barranquilla. "A Cardona le gané, lo dejé KO parado. Pero le levantaron el brazo a él y yo aplaudí. Igual, interiormente sabía que el campeón mundial era yo", intenta convencer.

Dice que ese combate en Colombia fue una bisagra y se despacha con un bagaje de definiciones de vida que desnudan su pasión por la literatura ("Todos los que van a la humildad llegan a la soberbia"...; "Las virtudes son inalcanzables cuando se las persigue").

Era humilde por temor, asegura: "Mi esforzada modestia no era otra cosa que cobardía. Nunca decía que iba a ganar una pelea, porque tenía miedo a comprometerme".

Encaró de otra manera, entonces, el combate con Randolph. "Después de que le gane no va a tener ganas de volver a subirse a un ring", señaló extrañamente verborrágico. Ese cambio de personalidad desembocó en el principio del fin de la relación con su entrenador de siempre, Santos Zacarías. Pero la promesa se cumplió:noqueó en cinco rounds, trajo el título y Randolph, de 22 años, anunció su retiro tras la pelea.

Cuesta encasillarlo en los recuerdos de su día de gloria. Se apasiona debatiendo sobre historia;critica y pondera a San Martín, Juárez Celman, Roca, Menem...

Expone con orgullo su condición de multifacético y enumera sus actividades.Recorrió todas los estratos del periodismo: hizo radio, televisión y gráfica. Preparó a actores para papeles de boxeadores y grabó un disco con canciones propias.

Su sueño de casi dos años y cinco defensas como campeón del mundo se derrumbó con la Guerra de Malvinas en el aire. Fue el 12 de junio de 1982, en Miami, ante el dominicano Leo Cruz. "Lo de Malvinas me desbordó. Me la pasé llorando y Cruz me mató a trompadas los quince rounds. Antes de la pelea le había dicho a Zacarías que no quería que me entrene más. Y cuando él volvió de Miami -yo había regresado antes-, lo primero que hizo ante los micrófonos fue volcarme una bolsa de m...", cuenta con un dejo de bronca.

Una persistente lesión en la mano derecha lo retiró en 1990, con 62 peleas (52-5-5 y 19 KO). 
Repasa la realidad de sus cuatro hijos, menciona a Liliana, su actual mujer, y se niega a vivir del ayer: "Soy lo que soy hoy. Aquello ocurrió hace 33 años. Y una vez que pasaron no son nada..., pero pasaron y no vuelven. Y uno anda pa´ adelante, vio?"

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