domingo, 25 de diciembre de 2011

“BAHIA BLANCA NO OLVIDA”:homenaje al 109 aniversario del nacimiento de CARLOS DI SARLI

El próximo 07 de enero de 2012 a las 10:30 hs  se colocara una plaqueta en homenaje al 109 aniversario del nacimiento de CARLOS DI SARLI en el monumento a su figura ubicado en la calle Yrigoyen al 600  de esta ciudad, evento este enmarcado en el ciclo “BAHIA BLANCA NO OLVIDA” que lleva adelante la productora Dandy producciones a cargo de JOSE VALLE, dicho homenaje consistirá en la colocación de una imagen del genial pianista con una descripción de su vida y obra.
CARLOS DI SARLI: “NO HABRA NINGUNO IGUAL, NO HABRA NINGUNO”
Pianista, director y compositor (Bahia Blanca 7 de enero de 1903 – Olivos  12 de enero de 1960)
Nacio en  la casa sita en la calle  San Martín 48 y su infancia y juventud la vivío en la casa  de la calle Buenos Aires(Hoy  Irigoyen,) número 511 , de Bahia Blanca.
Nadie como él supo combinar la cadencia rítmica del tango con una estructura armónica, en apariencia sencilla, pero llena de matices y sutilezas, impuso un sello propio, un perfil musical diferente que se mantiene inalterable en toda su prolongada trayectoria.
Dos tangos de su autoría son considerados clásicos del género. El primero es en homenaje a su maestro Osvaldo Fresedo y se llama “Milonguero viejo”; el segundo es un reconocimiento a su ciudad natal, “Bahía Blanca”. No son sus únicas creaciones, pero son las más memorables. Tan memorable como su famosa mano izquierda, “su zurda milonguera” , como dijera un crítico, esa zurda que le otorgaba al sonido del piano un toque distintivo y distinguido, pleno de sutilezas y matices. La mano izquierda de Di Sarli se reconocía por esa manera de decir, de acentuar, de modula
El Señor del Tango fue absolutamente respetuoso de la melodía y el espíritu de los compositores de su repertorio, adornando de matices y sutiles detalles la instrumentación orquestal, apartándose de la falsa contradicción que existía entre el tango evocativo tradicional y la corriente vanguardista.
Los cantores en tiempos del sexteto, fueron por orden de participación: Santiago Devin, Ernesto Famá, Fernando Díaz, Antonio Rodríguez Lesende, Roberto Arrieta e Ignacio Murillo.
El primer cantor de la orquesta fue Roberto Rufino, a quien lo siguieron Antonio Rodríguez Lesende, Agustín Volpe, Carlos Acuña, Alberto Podestá, otra vez Roberto Rufino, nuevamente Alberto Podestá, Osvaldo Cabrera, por tercera vez Roberto Rufino, otra vez Alberto Podestá, Jorge Durán, Raúl Rosales, por cuarta vez Alberto Podestá, Osvaldo Cordó, Oscar Serpa, Mario Pomar, nuevamente Oscar Serpa, Roberto Galé, Roberto Florio, y finalmente Jorge Durán otra vez y Horacio Casares.
La imagen suya, sentado frente al piano con sus lentes ahumados y su leve sonrisa se transformó en un clásico.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Raúl Berón: la voz incomparable

El 28 de de junio de 1982  moría Raúl Berón. La noche del 29 un presentador anunciaba la desaparición del cantor al público que se había reunido en el Café de los Angelitos para oírlo una vez más.

Berón siguió cantando hasta su muerte, a los 62 años, pero su trayectoria más significativa cubre un período de tres lustros; desde 1940, cuando empezó a cantar con la orquesta de Miguel Caló, hasta 1955, cuando dejó de actuar con Aníbal Troilo.

Había nacido en Zárate el 30 de marzo de 1920, en una familia de músicos. El padre —Manuel Berón— tocaba la guitarra y los cinco hermanos ejercitaban sus habilidades musicales en un conjunto titulado Los Porteñitos. A los 19 años Raúl fue presentado a Miguel Caló por Armando Pontier. La anécdota de ese primer encuentro es bastante conocida: "Dígale a su amigo que siga cantando chacareras en Achalay. Yo necesito un cantor de tangos , no un folclorista".

Caló captó inmeditamente una matriz familiar y el profundo lazo de Berón con la música criolla. Efectivamente, en cierta forma Berón cantaba como un folclorista fino por la tersura melódica y por el sentido de la ornamentación: el bordado justo en el momento justo. Enemigo natural de cualquier grandilocuencia, Berón fue uno de los más grandes cantores que dio el tango, sin abrazar completamente la idiosincrasia del género, lo que tal vez explique el bajo perfil que nuestro músico conserva hasta el día de hoy (al menos en las ediciones discográficas, donde el nombre de Raúl Berón, a diferencia de lo que ocurre con Floreal Ruiz o Francisco Fiorentino, invariablemente aparece subordinado al de una orquesta, ya se trate de Caló, Demare, Francini-Pontier o Troilo).

Raúl Berón fue una de las encarnaciones más perfectas del modelo gardeliano. Berón tenía una voz más oscura que Gardel —un barítono alto, que llegaba cómodamente a las regiones de tenor—, aunque el timbre es un aspecto entre otros de un estilo. Ese estilo está históricamente emparentado con las voces de Francisco Fiorentino, Floreal Ruiz y Angel Cárdenas, por citar otros cantores exquisitos de la emblemática orquesta de Troilo. Pero en Berón había una forma única de cantar un poco por encima del tiempo; tal vez ninguna confrontación resultaría más ilustrativa que la audición de De vuelta al bulín por Fiorentino y Berón con la misma orquesta de Troilo: la de Fiorentino es perfectamente rítmica; la de Berón por momentos está en el aire, suspendida.

Está el sentido del tiempo y también está el tono de Berón. Es notable comprobar cómo en esas primeras grabaciones de Trasnochando, Al compás del corazón y El vals soñador con Caló, realizadas con poco más de veinte años, ya está definido el principal registro de Berón. Podrá eventualmente proyectarse con comodidad hacia el agudo, pero el cantor ha dejado su marca intransferible en el tono mate de barítono. Allí se afinca la dulce tristeza de esta voz incomparable.

Apuntes sobre Arolas y su tiempo por Ricardo García Blaya

Arolas es un artista genial y misterioso, muy difícil de comprender sin ponerlo en el contexto histórico y cultural del fin de siglo.
ArolasTestimonio indubitable de la importancia del inmigrante en la construcción del tango. Es el representante más genuino del romanticismo y del modernismo de la "belle epoque" tanto por su genio creativo como por su vida y su muerte.
Esta breve y sencilla descripción histórica pretende colocar al personaje en el marco político y social de la época, que nos permita comprender mejor sus talentos y contradicciones, su genialidad y personalidad autodestructiva.
En cuanto al proceso evolutivo del artista remito al lector a los excelentes trabajos de Héctor Ernié (La historia del tango, Vol. 5, Ed. Corregidor) y de Oscar Zucchi (El tango, el Bandoneón y sus intérpretes, Ed. Corregidor) Solo me interesa destacar su ductilidad musical, que permitió a nuestro protagonista pasar de la guitarra al bandoneón con una facilidad y velocidad increíble.
Este enamoramiento entre el instrumento y el artista originó no sólo un notable ejecutante y compositor, sino un brillante director que modificó en fuerza y en brillo lo que se escuchaba en otras formaciones de su tiempo. "Fue un refucilo, un relámpago, un estruendo que conmocionó a toda una generación de excelentes músicos que lo siguieron" (Jorge Göttling, diario Clarín, 29/9/1994).
En efecto, Arolas hizo cosas que hoy consideramos modernidades y sin embargo ya estaban en el fraseo y canto de su bandoneón.
En el año 1890, procedente de Francia, arribó a la ciudad de Buenos Aires el matrimonio de Enrique Arola y Margarita Saury con su hijo José Enrique.
Nuestra historia nos enseña que no se trataba de un año cualquiera.
"La iniciación del 90 encontró al país es estado de quiebra y de liquidación forzosa y con una revolución clamando en las calles" (Ernesto Palacio, Historia de la Argentina).
Durante su transcurso vivieron sucesivamente, una revolución, la renuncia de un presidente y el nacimiento del partido político llamado a representar el espíritu revolucionario y popular de aquel entonces: la Unión Cívica.
Un país de paradojas, basado en un modelo autoritario y liberal, abierto a la inmigración y al progreso, pero con un sistema corrupto y fraudulento.
En este contexto se instaló la familia Arola, en el barrio de Barracas, Salta 3378 (actual Vieytes 1048), y allí nació dos años más tarde el protagonista de esta crónica, Lorenzo Arola, el 24 de febrero.
Mientras transcurre su niñez, los Arola mudaron de vivienda varias veces pero nunca se fueron de Barracas, el barrio que vio crecer al "Pibe de Barracas".
En dicho lapso la República vivió una solapada guerra civil que cada tanto se expresaba en forma violenta; baste recordar las revoluciones de 1893 y de 1905.
ArolasNo obstante esto, el país se recuperaba de la crisis económica del 90 y comenzaba a vislumbrarse un escenario próspero y pacificado, que se instala finalmente en el año del Centenario cuando asume la presidencia Roque Sáenz Peña durante la cual se promulga la ley del Sufragio Universal (1912).
Efectivamente el Centenario con sus festejos y la instalación de una nueva realidad política, genera un clima de bienestar y distensión propio de la mencionada "belle epoque".
La Argentina era "el granero del mundo", la Unión Cívica Radical accedía al gobierno con Yrigoyen y el tango gobernaba en la orilla y en el centro.
Nuestro artista tenía la melodía en la cabeza, era elegante y compadrón y la vida le ofrecía solo alegrías en esa década del 10 donde el 17 de enero de 1913 con motivo de tramitar su documento, rectifica su nombre y apellido y pasa a ser Eduardo Arolas.
Cuando Lorenzo pasó a ser Eduardo, "El Pibe de Barracas" pasó a ser, sin saberlo, "El Tigre del Bandoneón".
Es el momento de esplendor, donde de su corazón bohemio surgieron más de cien músicas, aunque sólo llegaron al disco unas treinta de ellas, estamos ya en presencia del más grande compositor de nuestro género ciudadano.
El tango comenzaba sus incursiones a París y la muchachada aristocrática flirteaba con músicos y personajes arrabaleros, generando un mundo donde convivían compadritos y bacanes.
La noche, las mujeres y el permanente deambular por cafés y prostíbulos, el éxito, la fama y una adolescencia apresurada generaron la idea a nuestro protagonista que la vida era una farra interminable.
No le preocupaba que a partir de la caída de Bismarck, Europa se preparaba para la guerra; que España iba perdiendo inexorablemente sus colonias y que Buenos Aires se multiplicaba demográficamente con la expulsión de miles de hombres y mujeres del viejo mundo.
La inmigración se interrumpe en 1914, a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial por el asesinato del Archiduque Fernando en Sarajevo, que ensangrentó Europa durante cuatro años. Como resultado de la conflagración se consolida el régimen democrático en la Europa Occidental y, en el oriente la revolución de los soviets termina con el imperio de los zares.
Arolas siguió con interés los sucesos del viejo mundo pues como todo tanguero porteño soñaba duplicar su éxito en París, viaje que al final realiza en 1920.
Una circunstancia inesperada es el principio de su romántico final: la traición de la mujer que amaba, nada menos que con su hermano mayor.
"Hombre varonil y de rebuscada elegancia, no tuvo suerte de ser amado por la mujer que eligió. Con ella hubiera resistido huracanes. Sin ella sentía que una tenue brisa podía derribarlo" (José Narosky, diario Clarín, 28/1/1992).
El alcohol, la vida desenfrenada y un oscuro episodio en Montevideo, donde Arolas atropelló un chico con su automóvil, harían el resto.
Cuando viaja por última vez a París, era un hombre terminado, paradójicamente con una buena posición económica pero vencido por la bebida y la tristeza.
Murió solo en el hospital Municipal de París, tenía 32 años, y el certificado, por error, decía tuberculosis, pero todos sabían que fue de pena.
Su muerte se produjo el 29 de setiembre de 1924, plena presidencia de Marcelo T. de Alvear y sus restos fueron repatriados treinta años después, en la segunda presidencia del general Perón.

El desconocido Juan Carlos Cobian Por Enrique Cadícamo

Muy poco tiempo después de su licenciamiento conocí personalmente a Juan Carlos Cobian.
Fue en la suntuosa mansión de antiguos gobelinos, lunas venecianas y valiosos Muranos propiedad de un gentil caballero de cincuenta años, de rostro noble, pálido y liso, como esculpido en el silicato de magnesio con que se hacen las pipas de espuma de mar.
Poseedor de una vasta cultura, cursada en su juventud en el Magdalen College de Oxford, se desempeñaba, en la época que nos ocupa, como Juez de Instrucción en nuestro foro. Por su prudencia al utilizar el Código y la circunspección al interrogar la balanza, se había creado un sólido prestigio de funcionario insobornable y probo.
Nacido bajo techos artesonados y cuna de oro, este aristócrata de rancio abolengo, con muy ponderables dotes de músico talentoso, acostumbraba a reunir, por las noches, en su versallesca mansión, a íntimos amigos del Círculo de Armas –del cual era también socio–; temible jugador de bridge y por el sortilegio de su palabra, un fino causeur.
Tocaba admirablemente el violín, y su cultura musical nutrida de clasicismo lo había facultado con un impecable dominio de técnica que lo ubicaba por su elevada ortodoxia muy por encima de muchos profesionales del arco a quienes invitaba de tanto en tanto a su residencia, dando lugar esto a encantadoras veladas enaltecidas por las voces nobles de su instrumento, uno de los auténticos y escasos Stradivarius existentes en el mundo.
Este aristócrata, crítico de arte y políglota, que hablaba a la perfección inglés, francés e italiano con la misma facilidad que el castellano, era un infatigable lector de escritores europeos clásicos y contemporáneos, a quienes leía en el idioma original y a algunos de los cuales conocía personalmente.
En su juventud, durante su larga permanencia en París, durante la Belle Epoque fueron sus amigos dilectos el actor Sacha Guitry y los escritores Jean Cocteau, Jacinto Benavente, Eça de Queiroz y Anatole France –este último su huésped, en la corta visita que hizo a Buenos Aires–.
También era amigo del violinista Fritz Kreisler, del Príncipe de Gales y de otras eminencias mundiales, cuyas fotografías autografiadas conservaba en lugares visibles de su valiosa y nutrida biblioteca. Allí también se exhibía, en dorada vitrina, como una reliquia, un estandarte de seda bordado con el escudo de armas, emblema familiar de su noble abolengo.
Este caballero, cuya hermosa sencillez le hacía dispensar a sus mucamos el mismo tono cordial que a encumbradas amistades de su rango, era el doctor Jaime Ll.
A su residencia –Ombú 1222, hoy José Evaristo Uriburu– fui invitado aquella noche por mi ya mencionado amigo y pianista dilettante Julio Rossi, muy allegado al dueño de casa. El conocía a la mayoría de las personas reunidas aquella noche, y me fue presentando en diferentes momentos a jóvenes que con el correr de los años se fueron convirtiendo en mis amigos y cuyos nombres recuerdo hoy con afecto: San Román, Vivot, Repeti, Rocha, Bulterini, Ulibarren; algunos de ellos ya desaparecidos.
Pero mi más agradable sorpresa la experimenté cuando vi aparecer a Juan Carlos Cobian, amigo del juez por afinidad artística, como la mayoría de nosotros. Rossi, sabiéndome admirador del pianista, nos presentó. Yo permanecí observándolo con simpatía, sin quitarle los ojos de encima.
Ahora podía verlo de cerca, sin perder detalles personales, ya que siempre lo había visto a distancia cuando íbamos a escucharlo al L’Abbeyé.
Cobian, de veintiséis años, más que el aspecto de un virtuoso del piano tenía el físico y la apariencia de un apuesto deportista. Su atlética complexión, alta estatura, amplios hombros y espaldas, cuello vigoroso, mandíbula fuerte y dominante, nariz mediana y casi recta con un leve vestigio de púgil, le imprimían recio perfil y atrayente personalidad.
Sus orejas, normales, hechas para el diapasón, de pabellones ligeramente aplanados hasta las cuencas, por efecto de la violenta práctica del boxeo, bien arrimadas a la redondez perfecta de su cráneo poblado de abundante cabello castaño oscuro, peinado pulcramente a la gomina con una impecable raya al costado que parecía trazada con un tiralíneas, su espaciosa frente, su rostro surcado por borradas huellas de una viruela en su infancia, ojos chicos, casi negros y animados siempre por una punzante luz interior, risa fácil, espontánea y ruidosa, hacían de este varonil personaje lo que los yanquis suelen llamar un galán rough (recio).
Vestía con elegancia y acostumbraba a usar cuellos de plancha muy altos y almidonados. Era un caballero de la noche muy agradable. A poco de estar conversando con él nos hicimos amigos.
Eran pasadas las dos de la madrugada cuando alguien le recordó que ya era hora de que se sentara al piano. Cobian aceptó gustoso y luego de beber un largo trago de whisky se dirigió a un magnífico piano de cola Götrian Steinway y todos le pedimos que nos hiciera escuchar su último tango, “Shusheta”, editado recientemente por Breyer.
Improvisó unos instantes una imprecisa melodía hasta encontrar la nota azul. Aquello no procedía de las tonalidades chopinianas; era el canto natural de su piano pulsado por el timbre de su mano. Se diría que tenía en cada uno de sus dedos un estado distinto de conciencia.
Luego de aquellas fugaces creaciones hizo correr rápidamente el dedo de un extremo a otro del teclado como para ahuyentar esos fragmentos de melodía que había improvisado.
Inmediatamente nos hizo escuchar “Shusheta”, “Almita herida”, su insólito tango “El gaucho”, “A pan y agua”, “La silueta” y por último “Pico de Oro” editado poco después por Breyer, y dedicado a nuestro anfitrión, el doctor Ll. en homenaje a las sutiles distinciones jurídicas, nudos de su lógica y alta elocuencia.
En tales circunstancias conocí personalmente a Juan Carlos Cobian.
Enrique Delfino se desvincula del Cuarteto de Maestros, integrado por Fresedo, Tito Roccatagliata y Agesilao Ferrazzano, que por espacio de varios meses estuvieron unidos con permanente éxito.
Cobian, recién licenciado de la conscripción, es invitado por Fresedo para reemplazar a Delfino, y valido de sus vinculaciones con gente de la élite comienza a actuar en embajadas y residencias del Barrio Norte.
Nuestro pianista, después de su larga relache en el cuartel, volvía ahora a su elemento comenzando a ganar dinero y relaciones.
Aquella tarde de verano de 1922 Osvaldo Fresedo con su sexteto, integrado ahora por Cobian, Alberto Rodríguez (bandoneón), Tito Roccatagliata, Roberto Zerrillo (violines) y Enrique Thompson (contrabajo), sale en tren para Mar del Plata, a inaugurar la temporada del Ocean Club y del Club Mar del Plata; el primero de ellos ubicado sobre la antigua rambla de madera en el ángulo donde actualmente se halla la Confitería París, y el segundo a pocos pasos del Hotel Bristol, en las calles Buenos Aires y Luro.
A pesar de que se trataba de un “tren rápido” y de que nuestros jóvenes se lo pasaron entretenidos en el coche restaurante, aquellas ocho horas de viaje se les hacían interminables, pareciéndoles que aquel convoy se arrastraba con lentitud de oruga sobre aquellos 400 kilómetros tendidos en la vía férrea. Los ventiladores, las ventanillas abiertas y bebidas heladas, no eran suficientes para combatir el sofocante calor que abatía a los pocos turistas que viajaban. El largo flanco de los vagones se veía implacablemente castigado por aquella verdadera borrasca de sol que le daba de plano.
Cuando el tren arribó a la estación de Mar del Plata, en aquel entonces en pleno centro y en la calle San Martín, todavía el sol postmeridiano enviaba sus últimos reflejos.
La tarde que debutaron en el Ocean Club resultó una encantadora reunión social concurrida por familias y jóvenes que habían interrumpido, podríamos decir, sus conversaciones y flirts en Buenos Aires para reanudarlas ahora en Mar del Plata. En una de aquellas magníficas veladas Osvaldo Fresedo estrenó su tango “Sollozos” y Cobian “Mi refugio”, ambos recientemente compuestos y que luego de estrenarlos se convirtieron en el hit de aquella lejana temporada.
Cobian, hombre de la noche, jamás gustó de la vida de playa. Se regulaba por ciertos reflejos astronómicos que lo hacían acostar con el sol y levantarse con las estrellas.
Antes de iniciar sus tareas en el Club Mar del Plata, que iban de 10 de la noche a 3 de la madrugada, desde el escabel del grill trataba de procurarse alguna aventura con las tantas mujeres bonitas y a la moda que concurrían al elegante local.
Las admiradoras de su piano terminaban siéndolo también de su simpatía personal.
El joven pianista, ataviado de elegante smoking, con su abundante pelo negro y lacio, peinado siempre pulcramente a la gomina y esa pose sin estudio con el vaso de whisky en una mano y su eterno cigarrillo en la otra, tenía el aire de los jóvenes artistas perdidos en mala compañía y eso era justamente el detalle sugestivo que agradaba de entrada a las mujeres, las que no cesaban de pedirle que ejecutara sus tangos y con ellos demostrarle la admiración por su arte.
Finalizada aquella brillante temporada marplatense, regresan a Buenos Aires, donde Osvaldo Fresedo lo lleva a grabar con él al sello Victor, una serie de tangos, entre los que subyugó por su alta inspiración el titulado “Snobismo”.
Volvía a entrarle dinero en sus bolsillos, que se le disipaba en sus manos apenas lo recibía.
Fresedo, admirador de Cobian, conociendo su capacidad artística, lo lleva a inaugurar un local lujoso que se hallaba en los subsuelos de la Galería Güemes: el Abdulla Club. El sexteto estaba integrado por los mismos músicos con los que había actuado en Mar del Plata, con excepción de Zerrillo, suplantado eficazmente por Manlio Francia. Aquella noche del debut fue casi una privé, magnífica fiesta social a la que concurrió un nutrido grupo representativo del gran mundo porteño compuesto por damas y caballeros de la élite.
Ahí se estrenan sus tangos titulados “Mujer”, “La silueta” y “Biscuit”. El primero de ellos dedicado a Dorita A., distinguida dama de rango social con la que mantenía un impetuoso romance. Su predilección por estas amistades de abolengo le había hecho pensar muchas veces “si no habría también algún aristócrata en su familia”.
Ahora arrendaba un departamento en la calle Lavalle, junto al cine Paramount, en el que no faltaba su piano de cola. Julio De Caro era uno de sus más asiduos visitantes.
Aparte de los verdaderos claros que iba abriendo en el ambiente en encumbradas damas ligeramente otoñales, que se sentían atraídas por el pianista de moda, bajando algunos peldaños en la escala social, mantenía relaciones con Concepción A., una cupletista española quince años mayor que él, que actuaba en salas de “varieté” y cuya fama era un débil resplandor artístico que no llegaba a la gloria.
A pesar de esto, su holgada situación económica le permitía vivir una vida de artista digna y decorosa, en compañía de sus dos jóvenes hijas, una de las cuales, Conchita V., que había heredado las dotes artísticas de la madre, era una discreta bailarina y cantante internacional. Su otra hija, la mayor, Pepita, era también bailarina, casada con un joven de nuestro ambiente artístico, Roberto R., con el que al correr de los años y de sus múltiples tareas de actor, músico, periodista y cineasta, nos fue uniendo hasta la fecha una fraternal amistad.
Estas cuatro personas unidas por afectuosos lazos familiares vivían en un confortable departamento en Lavalle al 1100, que Cobian frecuentaba, recibido con manifiesto cariño.
Aunque la cupletista era mayor que él y carecía, a pesar de su gran simpatía, de esa belleza que siempre buscó como adorno el hedonismo del pianista, éste, declarado admirador del arte y el encanto otoñal de ella, retribuía a su manera, sin extremarlas, aquellas demostraciones de afecto. Durante siglos, desde Platón a Kant los hombres se han preguntado qué es lo bello.
Concepción A., enamorada pero también algo desilusionada de la conducta irregular de aquél, un día resolvió firmemente, por amor propio, poner término a aquellos amores que tan sólo le proporcionaban desavenencias, celos y muy contadas veces alegría. Entonces, para poner distancia entre ambos, proyectó un imprevisto viaje a los Estados Unidos a fin de serenar su corazón y tentar suerte con su arte y con el de su hija, en los teatros de habla hispana de New York; era la fórmula dolorosa pero segura para romper los crueles lazos sentimentales que la amarraban al mundano pianista.
A fines de noviembre de aquel año, Fresedo finalizaba su actuación en el Abdulla, marchándose a Mar del Plata para inaugurar una temporada veraniega.
Cobian, que había comenzado a sentir su importancia profesional y barajaba el deseo de ser también director de orquesta, permaneció en Buenos Aires, y con su inseparable Tito Roccatagliata y Luis Petrucelli formó un brillante trío, con el que pudo fácilmente debutar en pleno verano en la sala del Casino Pigall.
Al poco tiempo, cuando se aproximaron los bailes de Carnaval abandonó aquellas tareas para amenizar con sus dos músicos las selectas veladas del Club Atlético San Isidro.
La cupletista se hallaba en vísperas de partir a Nueva York. Sentía un doloroso desmembramiento al separarse de su amante, y el día de su partida, con lágrimas de arrepentimiento y a punto de renunciar al viaje que iba a emprender, le rogó al músico que tan pronto como pudiera se embarcara para Nueva York, donde ella lo esperaría, segura de que en aquel país, con su habilidad de maestro, no le iban a faltar oportunidades de trabajo.
Casi cuando se iba a levantar la planchada del lujoso trasatlántico americano Western World en el que se embarcaron, llegó el pianista a despedirlas, prometiéndoles, con los abrazos finales, que en un futuro cercano les llevaría la sorpresa de su llegada.
Mario Borgioni, gerente del Abdulla Club y admirador de Cobian, quiso darle una chance a su amigo el pianista, sabiendo que podía ser el candidato artístico más indicado para hacer digno pendant con aquel ostentoso night club.
Lo mandó a llamar a su escritorio, que funcionaba en la trastienda del Abdulla, proponiéndole formar un conjunto para debutar en la temporada que ya se venía encima (1923).
Ese mismo día el compromiso quedó establecido sin necesidad de papeles firmados. En aquel tiempo los compromisos verbales entre artistas y empresarios eran respetados documentos.
De inmediato Cobian forma su propia orquesta, integrada por músicos de jerarquía como lo eran Julio De Caro, Agesilao Ferrazzano, Pedro Maffia, Luis Petrucelli y Humberto Constanzo.
Francisco De Caro, joven y ya excelente pianista en aquel entonces, me contaba hace muy poco tiempo, sonriendo desde su lejano recuerdo, que solía ir a visitarlos al Abdulla y que su amigo Cobian casi siempre lo invitaba cariñosamente a tocar una vuelta, mientras bajaba a saludar en las mesas a su gente amiga, haciendo con este protocolo un poco de relaciones públicas.
En uno de los intervalos, uno de los copropietarios del local que se hallaba rodeado de distinguidas damas y caballeros en la mesa de su palco, don Carlos Alfredo T., lo invitó para brindar con una copa de champán por su espléndido debut y por sus inspirados tangos.
Con aquel exitoso debut, al que había asistido lo más selecto del Buenos Aires nocturno y elegante, Cobian había ascendido verticalmente a la popularidad como pianista, director y compositor genial.
En aquella sala estrenó “Almita herida”, quizá la muestra más pura de su genio.
Ha transcurrido casi medio siglo desde entonces y su melodía permanece inalterable, actualizada, viva, recién hecha, como si su autor la hubiera concebido para futuras generaciones.
Otra pequeña joya, como la mayoría de sus tangos, de una originalidad y una poesía que eran como el sello de su propia alma, es el que tituló “Mario”.
Este tango, dedicado a su amigo Mario Borgioni, tiene una significativa anécdota que me fue referida muchos años después por mi excelente amigo Pancho Lomuto y que es como sigue:
En oportunidad de hallarse en el Abdulla Club mi mencionado amigo y Francisco Canaro, escuchando a Cobian ejecutarlo ante su sexteto de maestros, mientras dejaba caer de tanto en tanto desde su piano algunas hermosas piedras de colores, Canaro, pretendiendo encontrar faltas en la tercera parte del mismo, que es justamente en la que se encuentra un inspirado pasaje resuelto con una lírica lluvia de modulaciones, le dijo a su inseparable amigo Lomuto: “No sé por qué este Cobian escribe estos tangos...”. Lomuto, que era ferviente admirador del pianista, le respondió: “Porque no hay ninguno que los escriba...”.
Esta incomprensión de Canaro en materia de tangos, por todo lo que fuera de buen gusto, demostraba con claridad meridiana la causa por la cual jamás tomó en cuenta la obra de Cobian.
Aquellas brillantes actuaciones en el Abdulla Club fueron el trampolín que lo impulsó justicieramente a dar el gran salto con esa misma orquesta para efectuar una serie de grabaciones del sello Victor, entre las que figuraban “Mala racha”, de su amigo Remo Bolognini, “Mujer”, “Piropos”, “Una droga” y otros inspirados números.
Para darle mayor calidad reforzó la cuerda de su conjunto con violinistas de alta relevancia como lo eran Lorenzo Olivari, Eduardo Armani y los hermanos Bolognini, años después uno de ellos, Remo, primer violín de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Aquellos discos tan pronto salían a la venta eran agotados por el público.
En aquellos años Cobian era el intérprete de oro del tango.
Las sagradas vacas gordas habían llegado felizmente para él. Le entraban grandes sumas de dinero que empleaba para arreglar con muebles y objetos de arte el confort de su departamento, hacerse cortar sus trajes y smoking con los mejores sastres de Buenos Aires, mandarse a confeccionar camisas de seda, comprar en Brighton corbatas importadas, guantes, galeras, bastón y todo aquello que ahora le exigía su vida mundana. Su frivolidad no le hacía escatimar gastos. Invitaba a lujosas amigas a comer en el restaurante Odeón y se codeaba con aristócratas, ya que su fama de artista del tango le abría sin retaceos las puertas residenciales de sus encumbrados admiradores. El tango era ya en la sociedad porteña un personaje bien mirado y recibido con mucha simpatía.
Continuaban llegándole cartas de Nueva York de su amante, por la que continuaba experimentando un grato recuerdo. En ninguna de esas cartas dejó de pedirle la cupletista que se reuniera con ellas en Nueva York. La distancia había hecho más fuerte su cariño y siempre terminaban las cartas rogándole que fuera.
Cobian contestaba, sin abundar en frases cariñosas, pero prometiéndole que algún día no muy lejano embarcaría para aquel país.
Mientras tanto, diversas aventuras galantes giraban en torno del Chopin del tango.
Siempre desplazándose dentro de una nueva tentativa de amor con alguna vedette, o el capricho fugaz con alguna de esas jovencitas de reciente entrega, arrojada a la galantería de la noche, o a la afortunada conquista de una high class, que desde un palco del Abdulla le hacía llegar su tarjeta con dos líneas: “Venga a verme una tarde. Casi siempre estoy sola y adoro sus tangos”.
Las mujeres se prendían en su corazón como los carteles pegados a los muros, pero él era una sombra que pasaba sobre el amor.
En aquel mundo elegante, frívolo y rico, a veces se escapaba a una cervecería o alguna cantina de Carabelas para sentirse rodeado de la cálida atmósfera bohemia que lo había sostenido hasta entonces.
Eran dichosos años de trabajo y prosperidad. Períodos de comodidad material, aunque su imprevisión le hacía imposible conservar la menor suma de reserva.
Como no era un principiante en la bebida, le gustaba beber sin que jamás el alcohol le hiciera perder su compostura de caballero.
No admiraba a Cartago, que prohibía el vino a los dignatarios durante el año que ejercían sus cargos, pero por haber leído que Sócrates se ganó la palma entre los bebedores, simpatizaba con el filósofo ateniense.
Con unas copas y con la música, el pianista recomponía la unidad de su vida ideal.
Vinum et musicam laeficant cor
Por aquello de que la distancia es como el viento que apaga una vela pero agiganta un incendio, el amor de Cobian y el de la cupletista se convirtió en hoguera.
Las cartas que ella enviaba desde el Norte y que él contestaba desde el Sud, dieron como resultado el viaje del pianista a Nueva York.
Cobian, que era el hombre menos informado del mundo, se enteró con desilusión de que en aquel país lo esperaba un fuerte inconveniente: la resistida Ley Seca, implantada en aquel tiempo en los Estados Unidos. Esto era sin duda para su deseado viaje el golpe de gracia.
Sin embargo, pensándolo mucho, llegó a la conclusión de que en aquel país de millones de almas y dólares no podía estar todo a favor de la implacable ley.
Se decidió al fin. Por primera vez en su vida consiguió reunir una estimable suma de dinero, producto de una nutrida serie de grabaciones extras y de sueldo como director del sexteto del Abdulla.
Vendió piano y muebles de su departamento de la calle Lavalle, lo sumó todo al otro dinero y comenzó a preparar maletas, en las que metía su smoking, verdadera arma de trabajo, trajes, corbatas, zapatos y los manuscritos de varios tangos suyos.
Unos cuantos días antes de ausentarse, desintegró su conjunto y dejó en manos de su amigo Julio De Caro el souvenir aún manuscrito en lápiz de su último tango, titulado “Viaje al Norte”, que ya había grabado con su orquesta.
En ese tiempo el Abdulla cambió de nombre y comenzó a llamarse Florida Dancing, lo mismo que el Royal Pigall, al que ya se había denominado Tabaris.
Cobian ya tenía en sus bolsillos un pasaje en el lujoso transatlántico norteamericano Southern Cross en first class y cuarenta mil pesos argentinos convertidos en dólares. Una pequeña fortuna para un bohemio.
En aquel entonces los barcos zarpaban muy temprano. A las 8 de la mañana –-hora intempestiva para la mayoría de los músicos, enemigos de los madrugones– muy pocos eran los que habían concurrido a la dársena para despedirlo. Tan sólo fueron tres de sus tantos amigos, los que habían preferido no acostarse esa noche para acompañarlo hasta las 8 horas que salía el barco. Estos eran Julio De Caro, Luis Petrucelli y Pedro Maffia, quienes luego de fraternales abrazos lo vieron subir a la planchada.

Confundidos en la dársena, entre la gente que despedía a los otros viajeros, los tres amigos luego de enviarle los últimos saludos agitando sus sombreros se marcharon sin esperar la lenta salida del transatlántico.
Media hora después, cuando el navío con fuertes pitadas ordenaba a los remolcadores que lo fueran sacando del muelle, Cobian permanecía algo sentimental, fumando apoyado en la baranda del deck.
Contemplaba aquel Buenos Aires que pronto quedaría atrás, en la línea indecisa del horizonte pero escarbando siempre en su corazón.
Un sol de invierno que lo envolvía todo con su torbellino de luz antemeridiana, filtrándose entre la fulígene de las chimeneas humeantes de los barcos, lo despedía aquella mañana de julio de 1923.

Arturo Fernández, galán veterano

uvimos la oportunidad de charla con este veterano actor que en todo momento se mostró educado, simpático y cercano. Sin duda todo un caballero, aunque esto es algo que ya sabíamos de antemano.

El restaurado Teatro Zorrilla, dirigido por Enrique Cornejo, con sus características butacas rojas y sus paredes azules fue sin duda el escenario perfecto para esta entrevista.

Doc Pastor: Empezó usted en el boxeo ¿no?

Arturo Fernández: Son circunstancias. Yo pertenezco a una generación perdida, donde no sabíamos en realidad a que dedicarnos, éramos los hijos de la guerra y la postguerra, y entonces bueno... era fácil para mí y es que yo no quería estudiar o ser futbolista, lo que se me dio bien era el boxeo.

Doc Pastor: ¿Y cómo de esta profesión pasó a la de ser actor?

Arturo Fernández: Fue el destino, es algo complicado, el problema es encontrarlo. Si me lo hubieran dicho, el que iba a ser actor, pues me hubiera caído al suelo de risa. No hay una explicación, es darte cuenta y decir “Ah, he nacido para esto”.

Doc Pastor: Muchos de sus papeles han sido de galán, ¿a qué lo cree debido?

Arturo Fernández: Realmente no es más que un primer actor con un físico agradable, y luego saber decir aquellas frases de amor que ha escrito un autor y es eso. Pero para parecer galán no se necesita ser un hombre terriblemente atractivo, por ejemplo está Humphrey Bogart que vino a sustituir a otros que eran más atractivos y guapos. Son modas y momentos.

Doc Pastor: ¿Y hay algo de cierto o es todo parte de su personaje teatral?

Arturo Fernández: Es algo que te da el público, ellos dicen “Pues es un galán y ese es un delincuente” y tiene que serlo, naces con un sello.

Doc Pastor: Entonces son los espectadores los que deciden.

Arturo Fernández: Exacto. Tu trayectoria, tu forma, tu comportamiento ante la vida... es el público.


Doc Pastor: ¿Y ha pensado en algún momento jubilarse?

Arturo Fernández: No, no, yo creo que los buenos actores nunca nos retiramos, es el público y tú tienes que tener la suficiente sensibilidad para saber cuando ya no interesas... y por ahora, me da la sensación, de que estoy empezando.

Doc Pastor: Decir eso con su larga carrera es mucho.

Arturo Fernández: Bueno, pero siempre es así. En realidad es una profesión en la que aprendes, pero es durísima y te tiene que gustar por encima de todo o se te hace insoportable. Requiere mucho sacrificio y soledad.

La gente piensa que los actores somos exactamente igual que lo que ellos ven, que el personaje, y no es así. Coge cualquier biografía y lo comprobarás, no conozco a ninguno que haya sido completamente feliz.

Doc Pastor: ¿Y qué ha tenido que sacrificar usted?

Arturo Fernández: Mis hijos, para empezar, los he visto poco, ahora más pero cuando eran pequeños yo llegaba y estaban dormidos, cuando se iban al colegio pues estaban en el colegio... es lo que te he dicho, dejas muchas cosas. La vida de un actor no es fácil, hay que soportarlo.

Doc Pastor: ¿Pero compensan los éxitos?

Arturo Fernández: Sí, por que es una profesión que te gusta, te tiene que gustar muchísimo. O eres una estrella o eres un jornalero.

Doc Pastor: A usted le ha tocado ser estrella.

Arturo Fernández: Sí, mientras sea posible. También cuando tienes tu propia compañía conlleva mucha responsabilidad, el poner encima de un escenario una comedia es algo de muchísimos nervios, de acertar o equivocarte, los fracasos duelen.

Doc Pastor: ¿Y cuál es el secreto de su energía?

Arturo Fernández: Pues el secreto... yo creo que deben de ser los focos, los que iluminan el escenario, deben tener vitaminas... digo yo.

No lo entiendes, existen momentos en que he podido tener fiebre, lumbago pero en cuanto se levanta el telón me desaparece todo, no lo sientes. Pero cuando baja me vuelve, alguna compensación tiene que tener.


Doc Pastor: Teatro, cine, televisión... ¿Qué le queda por hacer?

Arturo Fernández: Pues plantar un árbol, pero soy muy vago para coger la pala y el pico.

He hecho en esta vida aquello que verdaderamente, de forma laboral, lo que he querido y me ha dado mayor satisfacción que han sido muchísimas cosas. Estoy terriblemente agradecido, me he portado muy bien con mi profesión y ella conmigo. Igual que la vida.

Doc Pastor: ¿Y quién es el personaje que le queda por interpretar?

Arturo Fernández: No lo sé, yo soy un actor de comedia, me encanta la estética, el glamour y la elegancia, entonces... soy capaz de hacer cualquier personaje, menos el de Quasimodo y por lo tanto no ambiciono hacerle, soy fiel a mis personajes y a la gratitud del público que tiene a bien venir a verme, no querría otra cosa por no decepcionarles.

Doc Pastor: ¿Cuál es su mejor recuerdo?

Arturo Fernández: Todos, tal vez mi principio, la ambición de poder llegar, posiblemente eso te marca mucho. Cuando ya lo tienes debes mantenerlo, llegar puede ser fácil pero tu trabajo es seguir. Creo que no tengo una época.

Doc Pastor: ¿Y de todos los compañeros que ha tenido?

Arturo Fernández: Aquellos que verdaderamente me han ayudado, por ejemplo Rafael Rivelles que fue uno de los mejores actores que ha tenido España. Aprendí muchísimo de él y él me enseñó, también estaba Conchita Montes o Antonio Vico... y luego he trabajado con personas que me han dado muchas satisfacciones.

Los últimos, Sonia Castelo y Carlos Manuel Díaz, ha sido algo muy entrañable trabajar con ellos. Primero por profesión, son magníficos actores, y segundo como personas.


Doc Pastor: Quizá esta pregunta se salga de lo normal pero ¿Quién sería un buen actor para hacer de usted?

Arturo Fernández: No lo sé, sigo muy poco a la juventud por que trabajan poco el teatro y para mí el auténtico actor es precisamente ese, al que está en televisión o en el cine no le doy ninguna importancia. Desde que vi “El cerdito valiente” para mí no existe una interpretación más magnífica que esa, con lo que ya no creo mucho en las tablas del cine, y en la televisión exactamente igual; pero ponle encima del escenario y verás lo que te hace.

Doc Pastor: Muchas gracias por su tiempo.

Gaby y Roberto Bascoy olivaron el 2011 en la Academia Porteña del Lunfardo


El viernes 16 de diciembre Gaby “La Voz Sensual del Tango” y el cantor nacional Roberto Bascoy realizaron su última presentación del año en EEUU 1379. Fue en la décimo tercera jornada de la VIII Feria del Libro Lunfardo que se extenderá hasta el 30 del corriente.
Luego de las actividades programadas para esa fecha dentro del cronograma de la feria y apenas pasadas las 20 hs comenzó el show que evocó pasado y presente de ambos artistas.
Gaby interpretó varios temas de su última producción discográfica como “La Copa Rota”, “Una emoción” y “Mi ciudad” y recordó canciones que acompañaron sus primeros pasos sobre los escenarios cuando recorría competencias y concursos para poder mostrar sus inquietudes artísticas. Entre estos últimos pueden mencionarse: “Me han prohibido quererte” y la balada de Joaquín y Lucía Galán (Dúo Pimpinela) “Yo, dueña de la noche”. Además hizo un repaso de su discografía con tangos como “Suerte loca”, “Sin lágrimas”, el tiempo de vals “Cuando estemos viejos” y el candombe “Oro y Plata”.
El público recibió con gran respeto todas las interpretaciones, se emocionó y ovacionó algunos de los momentos más actorales que tuvo la presentación de la cantante. La variedad de ritmos dentro del show, su carácter intimista, descontracturado y familiar y el contrapunto con Bascoy hicieron de la hora musical un grato momento para disfrutar de cabo a rabo.
El intérprete Roberto Bascoy, por su parte, dejó el alma en el escenario como de costumbre. Con tangos que evocaron viejos tiempos y sonidos de la época de oro del 2x4 deleitó al público presente con mucha pasión sobre las tablas y una gran humildad. “Con Roberto compartimos el 1º Festival de Tango de Bahía Blanca Carlos Di Sarli, allí nos conocimos y a José Valle, productor del festival y de esta presentación en la Academia Porteña del Lunfardo, le sorprendió la gran aceptación que tiene Bascoy. Es un tipo que canta bien, expresa muy bien, pero además llega al público, siempre que tuvimos la oportunidad de verlo fue un éxito con la gente y eso no tiene precio. Además, y este quizás es el detalle de mayor peso a la hora de elegir la gente para trabajar, es una excelente persona” expresó Gaby, compañera de escenario del cantor el pasado viernes que se vivió a puro tango en uno de los reductos tangueros más prestigiosos de la ciudad de Buenos Aires.

lunes, 19 de diciembre de 2011

MARIA GRAÑA & ESTEBAN MORGADO Último show del año

Despiden el año presentando su flamante disco “Entre nosotros”.

Tras su exitosa presentación en el Teatro El Nacional el pasado 25 de noviembre María y Esteban vuelven a Los 36 billares. En formato íntimo de voz y guitarra, el dúo recorre un repertorio de tangos clásicos (Malena, Canción desesperada, Caserón de tejas, Honrar la vida, Oblivion, entre otros), intercalando algunos boleros y temas folklóricos.

Viernes 23 de Diciembre a las 21:30 hs.
Av. De Mayo 1265 , Capital Federal, Argentina.
María Graña ;vio la luz en Buenos Aires y desde muy chica sintió la pasión por el canto. A los doce años comienza a estudiar con la profesora Elvira Aquilano, con quien prosigue durante diecisiete años.
En 1970 se presentó en un concurso del programa televisivo "Canta el pueblo", en Canal 7, donde cantó "La canción de Buenos Aires" y el jurado le adjudicó el primer premio.
Su nombre llega a oídos del maestro Pugliese quien ya la conocía y la convoca para integrar su orquesta junto a su otro cantor Abel Córdoba. Debuta en el club nocturno "Michelangelo", en 1973. Su calidez, su personalidad seductora y comunicativa, una manera sobria y aguerrida de interpretar el tango hicieron que en pocos instantes el público se identificara con ella. También actúan en el Canal 11.
Es una lástima que don Osvaldo y María no hayan dejado grabaciones como testimonio de aquella dupla. Las obras que María interpretaba con Pugliese eran: "Nostalgias", "Volver", "Amar amando" y "La canción de Buenos Aires".
En 1975 la cantante viajó a Colombia integrando una embajada tanguera con Mario Bustos, Argentino Ledesma y otros. Actuaron en las más elegantes salas de Bogotá, Medellín y en la Plaza de Toros de Manizales. Tan grande fue el éxito logrado por María que la empresa grabadora Codisco la contrató para registrar su primer long play como solista, que se tituló "La gran tanguista" y en el que estuvo acompañada por un grupo de músicos argentinos y colombianos. En esa producción se destacan los tangos "Canción desesperada" y "Garras" y el vals "Flor de lino".
Ese mismo año fue a Brasil y a otros países sudamericanos y cuando se le preguntó por el motivo de su éxito, ella contestó: «Yo no puedo explicar eso. El único que podría hacerlo es el público. Yo sólo sé que soy una cantante que cultiva un estilo melódico, con algunos detalles gardelianos. Creo haber aportado al tango una sensibilidad marcadamente femenina.»
La televisión fue siempre el medio de comunicación más directo para la popularidad de la cantante. Fue figura infaltable en los programas: "El tango del millón", "Buenas noches Buenos Aires" y "Tango Club" de Canal 11 y de "Grandes valores del tango" en el Canal 9.
En 1977 fui llamado por Canal 7 para escribir y coordinar un programa titulado "Amistangos", con la conducción de Héctor Larrea. Los músicos y cantantes serían rotativos, salvo María Graña que tendría que actuar con más asiduidad. Lo mismo ocurrió con dos grandes espectaculares que realicé por el mismos canal. Uno se tituló "Los poetas del tango" y el otro "Siete décadas de tango". En los dos tuve la suerte de contar con ella. También la noche de Buenos Aires fue escenario de su voz, en las mejores casas de tango: "Michelangelo", "Caño 14", "El viejo almacén" y otras.
En ese mismo año 77, graba un larga duración para el sello M&M, acompañada por una orquesta dirigida por el bandoneonista Juan Carlos Bera. Los temas "Y te parece todavía", "Nostalgias", "El último escalón" y "Cien guitarras", estaban entre los doce que conformaban el disco. El comentario del disco estuvo firmado por Pugliese, quien entre otras cosas dice: «...sus interpretaciones demuestran sensibilidad en los distintos momentos emotivos que exigen la letra y la música; la calidad, la calidez y la seguridad de su voz, en los distintos registros, obedece a la perseverancia en el estudio, camino ineludible que deben imitar todos aquellos que están y que ingresan en el cancionero popular.»
Entre 1978 y 1981, su labor en televisión fue intensa. Quiero rescatar su participación en un programa que fue un verdadero hito dentro de las producciones tangueras, por su buen gusto, su escenografía, su vestuario y la selección de los artistas: "La Botica del Angel", creado y conducido por Eduardo Bergara Leumann.
En diciembre de 1981 es invitada por Pugliese para intervenir en un álbum junto a diez voces jóvenes del tango, en el sello Emi-Odeón. El tema elegido: "Y no puedo olvidarte", de Armando Cupo y Abel Aznar.
En 1982 graba para el sello CBS-Columbia un disco con diez temas con la participación especial de Jorge Falcón y Guillermito Fernández para cantar dos canciones a dúo, "El día que me quieras" con el primero y "La flor de la canela" con el segundo. En esa producción se incluyó "Caserón de tejas", que hasta ahora acompaña a María en todas sus presentaciones. La dirección musical estuvo a cardo del maestro Martín Darré.
El año culmina con la obtención del "Premio Prensario" a la mejor cantante de tangos.
Al año siguiente, en el mes de septiembre, participa en el debut en Paris del espectáculo "Tango Argentino" que dirigían los coreógrafos Claudio Segovia y Héctor Orezzoli. Aquel primer elenco estaba integrado por el Sexteto Mayor, el Dúo Horacio Salgán-Umberto De Lío, los cantantes Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, María Graña, Jovita Luna, Elba Berón y Alba Solís. La coreografía la hacía Juan Carlos Copes. El espectáculo continúa en diferentes ciudades de Italia y vuelve a Paris en 1984.
De nuevo como solista viaja a Canada en 1985 , donde actúa en varias ciudades y luego va a Nueva York para cantar durante quince días en el "City Center". El diario "New York Times" la llamó "La Judy Garland del Tango".
Luego vendrá un nuevo disco con la empresa CBS-Columbia, esta vez con la dirección musical de Raúl Plate, en el que se destacan "La noche que te fuiste" y "Cornetín" entre otros.
En esta época ya no integraba el elenco de "Tango Argentino" debido a sus compromisos como solista. Sin embargo volvió a formar parte en 1991, con motivo de la presentación del espectáculo en el "The Aldwych Theatre" de Londres.
De aquí en más, nos obligaría a escribir decenas de páginas seguir comentando la importante trayectoria de María Graña, por tal motivo y someramente, destacamos su producción con Horacio Ferrer titulada "Graña con Ferrer", que se realizara en un teatro del complejo "La Plaza" de Sarmiento y Montevideo. Su participación en 1993 en el Teatro Cervantes, como invitada especial de la Orquesta Nacional de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto". Su nuevo disco en 1995, producido por su marido, hoy desaparecido, "Mochín" Marafioti y en donde participan importantes figuras de la música y el canto: Juanjo Domínguez, Mercedes Sosa, Oscar Cardozo Ocampo, el Sexteto Mayor, Valeria Lynch, entre otros.
A fines de 1996 integra una delegación a Francia junto al cantante Jairo, el bandoneonista y director Raúl Garello y otros artistas y el 1° de enero de 1997 realizan un homenaje a Gardel en su propia tierra, en la ciudad de Toulouse.
Por suerte para todos los que amamos el mejor tango, hoy seguimos gozando con el arte de esta estupenda cantante y a manera de despedida, quiero recordar la frase que escribió Libertad Lamarque en la contratapa de uno de sus discos: «María...el tango te necesita así... ¡Perfecta!»

Esteban Morgado:Guitarrista-Compositor y Arreglador, cursa estudios con maestros como: Héctor Stafforini, Manolo Juárez, Miguel Ángel Girolet, Gabriel Senanes.
Trabajó con diversidad de músicos, cantantes y actores del ámbito local e internacional, entre los que figuran Alfredo Zitarrosa, Isabel Parra, Ranko Fuchisawa, Roberto Goyeneche, Leon Gieco, Susana Rinaldi, Litto Nebbia, Raúl Lavié, Adriana Varela, Ernesto Acher, Dina Rot.

En el año 1999 crea el Esteban Morgado Cuarteto, dotado de un sonido particular y renovador dentro del tango.
La formación, integrada por bandoneón, violín, contrabajo y guitarra, permite el diálogo creativo, contrapuntístico a la manera de un cuarteto de cuerdas, sin perder la raíz tanguera.
Con el Cuarteto realizan numerosas giras por el mundo, siendo aclamados por la crítica y el público. El último tour, en noviembre del 2009, incluyó 7 ciudades de Italia, Londres, Munich, Atenas, Luxemburgo y Madrid…13 conciertos en 21 días.
La música del Cuarteto se baila en las milongas del mundo, sus temas Morena, Milonga de la puteada, Milongueros, Tango del último amor, las versiones de Cinema Paradiso, Cada vez que respiras, Queen Tanguera, y de Astor Piazzolla, Oblivion, Milonga del ángel y Libertango, entre otros, son incluidos permanentemente en el programa de numerosas parejas de baile, en exhibiciones y coreografías, y en las tandas de las milongas.
Ganador del Premio GARDEL en TRES oportunidades en la categoría MEJOR ARTISTA DE TANGO por el disco CUESTA ARRIBA en 2003, por el disco EN VIVO EN 36 BILLARES en 2005 y en la categoría MEJOR ORQUESTA DE TANGO por el disco MILONGUEROS en 2008.
También gana el premio GARDEL SOLIDARIO en DOS oportunidades por los discos “Las estrellas no solo brillan en el cielo“ volúmenes 1 y 2 a beneficio de la Casa del Teatro, producidos por León Gieco.
Otros Dos discos ENDEMONIADO y ES LO QUE HAY también fueron nominados a los premios Gardel. El disco MILONGUEROS además es nominado como Producción del año 2008.
Con el Cuarteto participa en la grabación ganadora del LATIN GRAMMY en la categoría MEJOR ALBUM DE TANGO, dentro de la serie de discos “Buenos Aires, Dias y Noches de Tango” en noviembre del 2008.
Participa en el programa de televisión ''Letra y Música'' junto a la conductora Silvina Chediek desde el año 1998. Ciclo muy reconocido y premiado en la Argentina, lleva 11 años consecutivos al aire. En los años 2008 y 2009 con versiones radiales emitidas por Radio Nacional Argentina
Compositor y director de la música de la novela “Tango del último amor”, Coproducción TELEFE- Rusia. (140 capítulos) 2005-2006.
Compositor de la música de la película HOMO VIATOR de Miguel Mato, sobre la vida del genial escritor Haroldo Conti, desaparecido durante la sangrienta dictadura militar argentina. La película gana el PREMIO a la MEJOR MUSICA ORIGINAL y BANDA SONORA en el FESTIVAL INTERNACIONAL de TRIESTE en octubre 2009.
Mención Especial en el Concurso de Composición de Música Popular organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación 1995.
Participa en eventos internacionales como guitarrista y arreglador:
- Junto a Adriana Varela: ''Encuentro de las Americas'' Organizado por Quincy Jones, Miami 1994.
- ''La cumbre de los países de Ibero América'' - Cartagena - Colombia 1993.
- ''Festival del GREC'', Barcelona 1998.
Con el proyecto PATIO DE TANGO, junto a Lidia Borda y Brian Chambouleyron también participan en el Festival del Grec en 1999.
EN las SEMANAS de ARTE en LIMA, PERU, años 2008 y 2009 con el Cuarteto y parejas de baile (Horacio Godoy, Cecilia Garcia y Alejandra Mantinian), en PINTA NEW YORK , en noviembre del 2008.

En festivales de Tango en Aspen, 2001, Teatro Challiot en París 2000, festival de otoño en Madrid y Lisboa, 2001, Granada en2002, teatro Bourbon , Porto alegre, julio 2009.
Dedicado a la enseñanza de la Guitarra y la música desde hace 34 años, realizando talleres, cursos, seminarios y clínicas en distintos ámbitos en todo el país.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

GABY “LA VOZ SENSUAL DEL TANGO” EN LA VIII FERIA DEL LIBRO LUNFARDO Y TANGUERO


GABY
Llega una nueva edición de la Feria del Libro Lunfardo y Tanguero en la sede de la Academia Porteña del Lunfardo (Estados Unidos 1379).
El viernes 16 de diciembre a las 20hs GABY “LA VOZ SENSUAL DEL TANGO” dara un recital exclusivo con temas de su ultimo disco “la copa rota”, actuara también como cantante invitado ROBERTO BASCOY
La Feria funcionará todos los días desde el domingo 4 de diciembre de 15 a 21. Se podrán adquirir libros, CD, DVD y muchas cosas referidas a nuestro tango. Habrá presentaciones de libros, películas y actuaciones en el  Salón Nicolás Olivari.
Tiene como objetivo fomentar los libros y la literatura tanguera. Son muchos los libros que se escriben de tango y lunfardo y que a veces no se venden en las librerías ante la abundancia de best sellers.
Aquí durante todo el mes se puede comprar, ver y comprobar la gran variedad de material que hay sobre el tango.

 
Gaby "La voz sensual del tango" por Eduardo Giorlandini

Cantante, cantora o cancionista, son palabras usadas indistintamente, que no alcanzan a conceptuar la personalidad de una intérprete, en no pocas ocasiones, como en el caso de la recordada Gaby, actual protagonista del tango argentino.
De algún modo, la rutina impone la utilización indiferenciada de los vocablos, pero, si se trata de una descripción más ajustada a su arte, debemos señalar que es una intérprete tanguista que habiendo recibido el epíteto de “La Voz Sensual del Tango”, como generalmente acontece, el mismo no es suficiente y por ello a él se van agregando otros adjetivos, y, de esta manera, se va integrando la individualidad con mayor plenitud, como sucedió merecidamente con “El Zorzal Criollo”.


“Interpretar”, en Gaby, es mucho más que cantar y la idea de una interpretación íntegra informa sobre la calidad de su voz, del gesto y del cuerpo, que acompañan a la expresión artística oral. Antes de ahora, de este momento en que Gaby enriquece la estética de su arte con nuevas pulsaciones, me pareció que es asimismo “La Voz Dulce del Tango”, con el vocabulario afectivo propio del habla popular; su capacidad interpretativa da cuenta de su ternura y –por causa de su sensibilidad y su identificación con la música y la letra- transmite los estados íntimos de los personajes y de las circunstancias del paisaje urbano y del orbe social, que contienen los temas literarios del tango.
Así, canta el tango como es, vital, entrañable y querendón. Su impronta es ostensible en el disco y en el escenario; no pocos santuarios del tango repararon en ella, en la cuna rioplatense del género, donde constantemente priman y armonizan los ecos de la historia y de la tradición con la contemporaneidad y los nuevos impulsos renovadores que son los frutos de las cosas que remozan la substancia ontológica de la canción nacional argentina.
No se compadece la performance con el azar, sí con las querencias que no marchitan en el espíritu de la gente. También Bahía Blanca, su ciudad adoptiva, la reconoce, por lo cual no pocos bahienses la esperamos para escuchar y ver su expresión.