jueves, 28 de enero de 2016

La Jabonería de Vieytes y el Café de Marcos

La llamada Jabonería de Vieytes -que como tal funcionó menos de dos años y fue seguramente una pantalla para encubrir las reuniones de los patriotas de Mayo- fue embargada durante el interinato virreinal de Santiago de Liniers. Sucedió en la jornada de la Nochebuena de 1808 mientras el propietario del inmueble, el subteniente de blandengues Nicolás Rodríguez Peña, padecía de nefritis aguda encarcelado en el cuartel de cántabros. Se lo sospechaba un revolucionario en inteligencia con su hermano Saturnino, aquel que había ayudado a fugarse al invasor William Carr Beresford. Saturnino Rodríguez Peña había remitido desde Río de Janeiro cartas comprometedoras con un emisario británico: el joven cirujano Diego Paroissien. Años después, sobre el mobiliario y gran biblioteca de la casa-vivienda de esa fábrica -que constituía el hogar del patricio Hipólito Vieytes, responsable industrial de los mejores jabones y velas de la ciudad, pero dueño de esos bienes personales- cayó la garra apropiadora de la Comisión de Secuestros surgida a consecuencia del golpe de abril de 1815 asestado contra el gobierno de Carlos María de Alvear.
El llamado Café de Marcos o de Mallco, en los tiempos de Mayo y casi al pie de San Ignacio, a un paso del Cabildo, era considerado una especie de tribuna abierta y nada escondida para la juventud amante de la exposición rebelde y polémica. Fue clausurado el 1º de enero de 1809 por el virrey Liniers.
Durante los cuatro años y algunos meses que Vieytes editó el Semanario de la Industria y Comercio -primer periódico escrito por un nativo- arrendó una casa de la viuda de un tal Miguel Alvarez en la calle San Juan, hoy Esmeralda, vereda oeste, entre las actuales Sarmiento y Perón. Allí funcionó la redacción de su periódico, pero, las invasiones inglesas, si bien concluyeron con la edición, despertaron a la vez la confianza de los combatientes de todo orden -ya fuera con las armas o con la pluma- para emprender planes independistas. En lo que fue la redacción y casa de Vieytes se concretaron las primeras reuniones de quienes decidieron acabar con la sujeción a la corona española.
El por entonces acaudalado Nicolás Rodríguez Peña propuso tener una sede más apartada para las tertulias secretas e iniciar a la vez una lucrativa actividad industrial que aprovechara el ingenio desplegado -entre muchos otros temas progresistas- por el impulsivo editor del semanario. El mismo Rodríguez Peña se propuso como socio de capital para que Vieytes fabricara jabón y velas con los métodos que había proclamado en el periódico. Dieron con una casa de la entonces calle de San Bartolomé, en la vereda que miraba al Norte (luego Agüero y actualmente México), propiedad que había sido conocida como la panadería de Videla. Estaba algo abandonada y habitada por seis negras libres, y quedaba a mitad de cuadra entre las hoy calles Lima y Bernardo de Irigoyen. Era una propiedad muy aislada porque un bajío y La Zanja -así llamada- a la que aprovisionaba para echar al río las aguas de lluvia, se interponían camino del Cabildo. La casa necesitaba ser remodelada para cumplir su función industrial y de vivienda, y así fuera habitable por la familia de Vieytes.
No habían logrado todavía curarse algunos heridos de la segunda invasión inglesa y menos aún acallarse los comentarios de las peleas cuerpo a cuerpo que regaron las fangosas calles de la Gran Aldea, cuando el socio de Vieytes compró la finca de 34 varas de frente y 60 de fondo en 2387 pesos y 3 reales. La escritura del 16 de octubre de 1807 la suscribió Nicolás Rodríguez Peña al folio 224 vta. del registro número 6 a cargo del escribano Inocencio Agrelo, según lo estableció el investigador Manuel Carlos Melo en la nota publicada en La Nación en 1964. El meritorio trabajo indagador terminó con la larga polémica que había sido entablada para determinar la ubicación de la jabonería, quizá porque varios autores -incluido Clemente L. Fregeiro- equivocaron su ubicación. Cuando Melo publicó el resultado de sus indagaciones, la jabonería hacía más de tres décadas que había sido reemplazada por un edificio funcional del arquitecto francés León Dourge. El solar llegó a declararse monumento histórico nacional, pero la avenida 9 de Julio cumplió con el desdén nativo por lo histórico.
Durante el embargo de la jabonería -el 24 de diciembre de 1808-, el aguacil Manuel Mansilla fue atendido por Vieytes que debió juramentarse frente al escribano Francisco Seijas a dar la información precisa y quedar como custodio de los bienes entre los que se consideró como tales a los esclavos Joaquín, Juan y José. Así quedó consignado en el sumario instruido a Diego Paroissien, y en los que debieron testimoniar el propio Vieytes, Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña. Este último fue sometido a prisión e igual pena padeció el médico inglés a pesar de la ingeniosa defensa que asumió el propio Castelli. Todos ellos, a excepción de Paroissien, fueron los primeros conjurados que sumaron a Manuel Belgrano en los cónclaves cobijados bajo la vivienda de Vieytes anexa a la jabonería. El zagúan daba a un hall y una amplia sala, pero la vivienda tenía muchos cuartos y un gran patio de tierra donde Castelli, Rodríguez Peña y otros visitantes dejaban sus cabalgaduras.
Que para el año 1810 las reuniones ya fueron tumultuosas lo demuestran las dos docenas y media de cubiertos, los cinco mates y las 45 sillas contadas entre el equipamiento que inventarió entre el 28 de abril y el 1º de junio la Comisión de Justicia tiempo después de haber apresado a un Vieytes casi moribundo tras los infortunados sucesos de 1815.
La "casa de café en la calle que va del colegio a la Plaza Mayor" (actual calle Bolívar) figura de esa manera aludida por su dueño, don Pedro José Marcó, en el reclamo para levantar la clausura del negocio. El Café de Marcos era un lugar deliberativo y el mejor. Cuando estalló la primera conjuración de Alzaga, el 1º de enero de 1809, Liniers, virrey y héroe de la Reconquista, mandó clausurarlo y dar tres días a Marcó para salir de la ciudad. Pero quedó su socio José Antonio Gordon, que presentó dos rogatorias a Liniers para reabrir el local, ambas denegadas. Claro que a principios de agosto asumió don Baltasar Hidalgo de Cisneros y en seguida retornó don Pedro Marcó. Elevó un memorial al nuevo virrey que denunciaba que sus pérdidas serían de 30 mil pesos en utensilios y productos y el 21 del mismo mes fue autorizado a reabrir su negocio.
La jabonería, como bien de la sucesión de la viuda de Rodríguez Peña, fue vendida en subasta judicial en 500 mil pesos hacia 1869.

sábado, 16 de enero de 2016

Café “La Paz”

Fundado en 1944, comienza a tener brillo propio a partir de la década del 60, cuando la bohemia porteña decidió que ese era su lugar para confrontar ideas. Hasta 1976 tuvo su sello distintivo, sus largas noches de encuentros y discusiones. En sus paredes se respiraba vida. Hoy, sencillamente languidece. Ese lugar lleno de gente hoy está vacío. ¡Si hasta el “Ramos” tiene más vida!
Durante mucho tiempo la arteria principal del porteño fue Corrientes, bautizada como "la calle que nunca duerme", y su corazón latió en Corrientes y Esmeralda, esquina en que Scalabrini Ortiz sitúo al "hombre que está solo y espera". Con el correr de los años su pulso se trasladó a otra esquina: Corrientes y Montevideo. El “Ramos”, “Pernambuco”, “La Paz” fueron algunos cafés que marcaron el nuevo ritmo.
En “La Paz” se reunían literatos, cineastas, músicos, principiantes psicoanalistas. Todos jóvenes y noveles.
Durante los 60 y fines de 1975 sus habitués se caracterizaron por sus barbas, las mujeres por sus pechos sin sostenes que se adherían a las musculosas, por los atados de cigarrillos negros “Particulares” sin filtro, los fuertes “Parisiennes” o los “Jockey Club”, también por la variada temática de los libros depositados en las mesas, y algunos por sus pipas.
Típico café porteño con sus ventanas tipo guillotinas (esas que se abren para arriba), siempre abiertas ya que eran tiempos en que el aire acondicionado no existía –se escuchaba el monótono ruido de los ventiladores– y era frecuente ver a una persona del lado de afuera acodada en la ventana charlando con otra sentada en una mesa de esas que permiten ver la vida a través de un vidrio.
En una mesa de cuatro, cabían diez y consumían dos.
A cualquier hora había gente; mucha. Cumplía las funciones de "bar vidriera": si uno caminaba por Corrientes, era inevitable no cruzarse hasta Montevideo y pispear si se encontraba algún conocido.
En distintas mesas se los podía ver a Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, el "Mono" Villegas o David Viñas.
Época de bullicio, de discusiones, donde el murmullo no tenía cabida. Tenía vida.
Épocas de cafés, de ginebras, aperitivos o whiskys. ¡Y de levantes!
Épocas de ideas, ardides y demás.
Había energía.
Luego vino la dictadura militar de 1976, y con ella las razzias, los sinsabores. Muchos de aquellos que ocuparon sus mesas hoy están desaparecidos, otros debieron exiliarse.
El país y el café “La Paz” comenzaron a languidecer. La polémica, la alegría, la bronca, la vida que forjaron sus mesas se fueron para no volver.
En 1980 estuvo a punto de cerrar, siendo rescatado, en 1997, por el Gobierno de la Ciudad y a partir de entonces es uno de los bares notables.

domingo, 3 de enero de 2016

Gaby "la voz sensual del tango" en Necochea

Gaby 
La cantante de tangos, Gaby “La voz sensual del tango”, vuelve a programar sus actuaciones de verano en la costa Atlántica y llega por primera vez a Necochea. Será con el espectáculo “Nostalgias” donde ofrece tangos con historia, clásicos y homenajes a grandes de la canción ciudadana como Mercedes Simone, Libertad Lamarque, Alberto Morán y Argentino Ledesma, entre otros, con alguna pincelada de otros géneros. “Es un espectáculo que conjuga las canciones más aplaudidas de mis presentaciones de los últimos años, tiene mucho de mí: de mi trayectoria de más de 15 años en los escenarios, de mis gustos personales y de mi presente como mujer, madre y esposa. Es un muy lindo espectáculo para aquellos que alguna vez me escucharon y una excelente carta de presentación para aquellos que nunca lo han hecho”.
Gaby recorrerá las ciudades de Mar del Plata, Villa Gesell, Monte Hermoso y Necochea, llegando a esta última localidad el 06 de enero para ofrecer su espectáculo desde las 22 hs en “Che Borges”, un pintoresco café de la ciudad sito en Calle 61 2545, donde confluyen la gastronomía, el teatro, la música y la literatura (consultas y reservas: 02262 52-2446).
“La voz sensual del tango” es una de las más exitosas representantes del tango joven, con estilo, imagen y repertorio innovador que, sin salir de la línea clásica, deja su personal impronta en espectáculos, grabaciones e incursiones audiovisuales. Está trabajando actualmente en la producción de su séptimo trabajo discográfico; es guionista e integrante del grupo de tango Muñecas Bravas y del show “Noche de Brujas”. Escribió e interpretó el musical “La Novia de América” (homenaje a Libertad Lamarque, 2014) y “Tibio está el pañuelo todavía” (sobre la vida de Eva Perón, 2015) bajo la producción de José Valle; los musicales “Lluvia de estrellas” (homenaje a las grandes orquestas de tango) y “El zorzal” en homenaje a Carlos Gardel. Conduce programas radiales de tango desde 2005, es coautora de las biografías de Carlos Di Sarli y Roberto Achával (Ed. En Un Feca 2012 y 2013), del libro “El silencio que mastica el pucho” y “Chaco, una provincia que enamora” (2014), de “Montoneros, ¿peronistas?” (2015) y lleva adelante un importante trabajo de difusión de la música ciudadana en la educación primaria e inicial. En los últimos años ha recorrido los escenarios y festivales de tango más importantes de nuestro país, especializándose en recorrer el interior llevando la música ciudadana con novedosas propuestas y originales puestas en escena; llegó con sus tangos a Cuba (Festival Internacional de la Música de Varadero), Uruguay (Café Fun Fun y Radisson Victoria Plaza) y Chile (Festival de Tango del Adulto Mayor en Arica).

Bar El Progreso


El salón de "El Progreso" en pleno barrio de Barracas. En Montes de Oca esquina California
encontramos un noble edificio de planta baja y un piso alto, construido en 1911, por los prestigiosos arquitectos Emilio Hugue y Vicente Colmegna, autores también de la sucursal Barracas del Banco de la Nación, en Montes de Oca 1699 y de la Casa Moussion en Callao y Sarmiento, entre muchas obras más. En la planta baja del edificio en cuestión, por Montes de Oca 1700, se accede al café El Progreso, uno de los tradicionales del barrio de Barracas.En California, pese a sus 38 años de inactividad, todavía brillan las vías del tranvía; por ella corrían el 74 que desde el Correo Central iba para Gerli, y el 10 que habiendo partido en Plaza Italia buscabasu destino en Sarandí.
Un toldo metálico rebatible protege del exceso de luz. Su espacio es generoso, las mesas están dispuestas cómodamente. La boiserie, y la mampara de madera que da intimidad al salón familiar, con sus tres pequeños pilares, coronados con plantas, que separan rítmicamente sus cuatro vidrios martelinados, con ornamentos art-decó esmerilados, son dos de las características más destacadas del café. Dos columnas en medio del salón y los caños de los ventiladores de techo, son los elementos verticales en la geométrica composición. La barra; mostrador de madera, que incluye una heladeraque muestra la variedad de fiambres de la casa, tiene su grifo con forma de cisne. Sobre la pared, detrás del mostrador, botellas de Tres Plumas, Terry, Boussacq, Rhum Negrita, Hesperidina, anís 8 Hermanos, whisky Criadores y ginebra Bols se alinean delante del espejo, en estantes de vidrio o de madera. Más arriba, una guarda decorativa, con espejos en forma de rombo, completa el sector. Un letrero invita a pedir los tostados mixtos.
Un trabajador que terminó su jornada, y que está impecablemente peinado, devora las medialunas que acompañan al submarino.Las altas ventanas de madera, del tipo guillotina, tienen dos barrales a diferentes alturas, para que las cortinas se desplacen mejor.Con la elegancia que los caracteriza, un gato camina entre las patas de las mesas, mientras el sol de las seis y media de la tarde salpica al salón, y se escucha el ruido de las tacitas al ser acomodadas sobre la máquina de café.
La señora María Licinia Tomás de Moreno, su propietaria, llegó hace cuarenta años, cuando tenía 26, con su marido Aureliano Moreno, y su pequeño hijo. Venían de España, de Asturias, de Villaviciosa exactamente, entre el mar Cantábrico y la Cordillera de Sueve. Aureliano y María se hicieron cargo del bar "El Progreso", que ya funcionaba con ese nombre desde muchos años antes. Trabajaron intensamente, sin francos ni vacaciones, solamente cerraban el 1 de mayo y el 17 de agosto. Aureliano falleció hace algunos años.
Aquí se filmaron publicidades, escenas de algunas películas, y de tanto en tanto los estudiantes de cine realizan algunas tomas.
El dibujo de una bailaora sobresale en la pared del salón de familias. Un artículo, publicado en La Nación, de Omar Goncebat, que María recomienda leer, dice: "La terapia de la lentitud. Una tendencia de fin de siglo, recuperar la sencillez y eliminar las prisas, trabajando,ganando y consumiendo menos, puede repercutir positivamente y mejorar la calidad de la existencia". Toda una filosofía de vida.
Barracas, el barrio de Dionisia Miranda, la rubia pulpera de Santa Lucía, además de El Progreso, tuvo muchos cafés, como el famoso T.V.O. de Montes de Oca, frecuentado por los músicos y vecinos Eduardo Arolas y Agustín Bardi; el café El León, de Montes de Oca y Australia, donde tocó el bandoneón un músico conocido por "El Quija", del que Enrique Cadícamo dice en un poema: "En el año doce, tocó en El León./ Un café famoso que había en Montes de Oca/ casi esquina Australia. Y su bandoneón / a muchos incrédulos tapó la boca"; La Luna, en Montes de Oca y Uspallata: La Banderita, en Suárez y Montes de Oca; La Flor de Barracas, en Arcamendia y Suárez; El Sultán, de Iriarte y Montes de Oca, y La Armonía de Iriarte y Herrera, son sólo algunos de ellos.¡Barracas! Así se la conoce a esta zona de la ciudad desde el siglo XVII, cuando comenzaron a instalarse en el lugar construcciones precarias, barracas, para almacenar cueros y otros productos queentraban o salían de la ciudad por el Riachuelo. Así a diferencia de otros barrios, el nombre de Barracas, surge de una apropiación entre simbólica y práctica del lugar en sí.Escuchamos a Gregorio Traub, vecino y fiel barraquense, el café El Progreso, es el lugar natural para continuar hablando sobre las historias y las leyendas de este romántico y bello barrio.

*Texto extraído del libro "Cafés de Buenos Aires" (Arq. José María Peña; Arq. Horacio J. Spinetto; Gabriel Sánchez Sorondo).