miércoles, 30 de octubre de 2013

EL BAR FUN FUN DE MONTEVIDEO

Inaugurado el 12 de diciembre de 1895 dentro del Mercado Central, ha permanecido por cuatro generaciones en manos de la familia del fundador. Uno de los pocos casos que conocemos en Montevideo y de los pocos que deben existir en el mundo, porque la tónica de este tipo de comercio es la de cambios de dueño. Fundado por Augusto López, le ha sucedido su hijo “Coco”, su nieta Mabel y desde el año 2000 su bisnieto Gonzalo Acosta López, quien ha sabido darle un nuevo giro para amoldarlo a los tiempos actuales. Podemos decir que en estos 115 años el FUN FUN se ha convertido en una tradición montevideana, asociado a la vida de la ciudad y comentario de turistas y visitantes de otras partes del mundo. También resulta referencia para la mayor parte de los autores que han escrito sobre el tema de los cafés como Puppo, Sisa, Michelena, Soto, Domínguez, Delgado Aparaín, etc, que han dado buena cuenta de sus virtudes y señalado sus peculiaridades. Lo han citado, asimismo, artículos de diarios, revistas y sitios web pero muchas veces se repiten unos a otros, palabras lindas pero con pocos datos nuevos por lo que hemos optado por una entrevista de primera mano a Gonzalo, el nombrado bisnieto del fundador y actual administrador, hombre joven pero profundamente imbuido del espíritu del local y respeto por su valor emblemático. 
Sentados frente a frente, copa de Uvita de por medio, transcurrió una larga conversación con la finalidad de cotejar las referencias documentales con su visión testimonial. Para entender los orígenes del FUN FUN hay que remontarse a la época de esplendor del Mercado Central que fue inaugurado con gran pompa en el año 1869 para suplantar al de la Ciudadela, demolido pocos años después. La zona sur de la ciudad vivía por entonces un rápido crecimiento y el Mercado oficiaba de nexo entre el “bajo” de Yerbal y Camacuá con las activas arterias que rodeaban al nuevo mercado. Años después, hacia 1890, las viviendas y los comercios llegaban contra la costa del río de la Plata, tocando casi el murallón levantado para protegerlos del oleaje que a veces se mostraba embravecido. En el Mercado Central convergían los proveedores llegados de campaña con los dueños de los puestos y los clientes que venían a surtirse de frutas y verduras, carnes, embutidos y pescados. Un mundo que vibraba con pulso propio dentro de la ciudad como lo señalamos en nuestro libro “Mercado del Puerto. Historia, gastronomía y cultura en el corazón de Montevideo”,de próxima aparición. Un hormiguero desde el amanecer hasta la puesta del sol, que cerraba las puertas para dar cabida al silencio hasta la mañana siguiente. En ese entorno y para satisfacción de una clientela potencial de trabajadores y clientes fue que Augusto López, un español llegado muy joven desde su Galicia natal (no mercedario como lo repiten algunos artículos de prensa) dejó de vender bebidas en el carrito que arrastraba por las calles del puerto para pegar el gran salto que significaba alquilar un puesto dentro del Mercado. La leyenda familiar recuerda que, como Augusto estaba muy nervioso, acentuaba su natural tartamudez con la expresión repetida de Fun Fun cionará…con lo que quedó asegurado el nombre del negocio. Se trataba de un local interior, pequeño y oscuro, rodeado de puestos de todo tipo. Un mostrador alargado con una barra de estaño sobre la que se acodaban los clientes y contra la pared una chapa de bronce con la leyenda BAAR FUN FUN de AUGUSTO LOPEZ, elementos característicos que todavía se conservan y lustran con el orgullo del tiempo transcurrido. La clientela permanecía de pie o se acomodaba provisoriamente sobre cajones dados vuelta o rústicos taburetes.
El negocio fue creciendo en la preferencia de la gente que, de apurar las bebidas de un rápido sorbo pasó a la charla distendida y a la rueda de amigos, que lo tomaron como costumbre. Ir al Mercado, desde entonces, tenía el motivo de hacer las compras del día con el atractivo extra de premiarse con algún trago espirituoso y conversación amena. La bohemia lo descubrió poco después, valorando ese aire espontáneo y exótico que suelen tener los boliches pintorescos. 
En cuanto a las bebidas, don Augusto como todo buen español, siempre supo de mezclas e invenciones. Lo común por entonces era servir caña o grappa, a veces con hierbas maceradas para acentuar el sabor. En su caso optó por el vino, al que le brindó un toque diferencial. Y de su gusto y probanza inventiva surgió la famosa Uvita, mezcla de vinos cuya fórmula se realiza artesanalmente y se mantiene bajo llave. Hubo otra especialidad, con el nombre de Pégulo, que se preparaba con grafiones, pequeños frutos que han desaparecido, por lo que hace años dejó de fabricarse. Todo acompañado de una buena picada de longaniza y quesos.
Tocando el tema de los visitantes famosos no hay más que mirar las paredes, tapizadas literalmente de fotos, recortes de diarios y revistas, diplomas, avisos de propaganda, banderines de clubes deportivos, anuncios de radios y periódicos que le da un aire de tasca madrileña, bistrot parisien o pub irlandés mientras que otros le asignan un aire de museo. Fotos de centenares de clientes que han pasado por el lugar, todo tipo de clientes, de los famosos y de los anónimos, desde presidentes nacionales o extranjeros hasta amigos en una despedida de solteros y turistas que quieren dejar recuerdo de su visita. Por supuesto que en lugar de privilegio destaca una foto desde la que Carlos Gardel muestra su amplia sonrisa de “mago” de la canción rioplatense, tacuaremboense de nacimiento y porteño por adopción, durante su visita en el año 1933. (Dicho sea de paso sería bueno establecer un itinerario de los lugares que Gardel visitó en Montevideo, entre ellos el café TUPÍ (viejo), el MONTERREY, el TEATRO ROYAL, el café AU BON MARCHÉ, el TEATRO 18 DE JULIO, entre otros). La noche de la visita, tras coronar algunos tangos cantados a capella le entregó una foto a “Coco”, el popular abuelo de Gonzalo con la siguiente leyenda: “Para el campeón de la Uvita y el Pégulo, sinceramente, Carlos Gardel, 1933”.
De personajes de la literatura y la vida bohemia entresacamos una lista de nombres representativos del 900 como Julio Herrera y Reissig, Acevedo Díaz, Javier de Viana, Pedro Figari, Carlos Reyles, etc. Y de tiempos posteriores destancan como habitués Julio Suárez “Peloduro”, Wimpi, El Hachero, Alfredo Mario Ferreiro, Humberto Frangella (popular fotógrafo, pintor y publicista), Raúl Durante, Maneco Flores Mora, el Ñato Pedreira, etc. Y del deporte personajes de la talla de Atilio García e Isabelino Gradin, y símbolos del carnaval como “Cachela” y “Pepino”.
Otra veta la conformaban los artistas argentinos que venían a actuar en Montevideo y solían llevarse de regreso botellas de Uvita de FUN FUN y del guindado de PEDEMONTE (2) , sobre la calle Sarandi. Los memoriosos recuerdan a Sofía Bozán, Alfredo Barbieri, Héctor Mauré, Marcos Kaplan, Juan D´Arienzo, Evaristo Carriego, Alfredo Pedernera, Ángel Labruna, Astor Piazzolla y Horacio Guaraní, entre otros.
 Varias etapas y ubicaciones conoció el FUN FUN en su largo peregrinar dentro y fuera del Mercado, decisiones municipales mediante. Como dijimos, el primitivo nació en el interior pero años después hubo de mudarse en la vereda de enfrente. Las normas cambiaron y pudo regresar al interior y el contacto con su público de siempre. En 1964 el Mercado fue demolido, con pena de no haberse conservado parte de su estructura como área testimonial y centro cultural. Un edificio nuevo y amorfo suplantó sus entrañas y la falta de atractivos interiores se sumó al cambio de costumbres y la aparición del fenómeno del  supermercadismo y los centros comerciales para explicar su decadencia. Por entonces, bien lo recuerdo por mis frecuentes visitas, el FUN FUN ocupaba varios locales formando rincones para comodidad de la clientela, separados por paneles de los que colgaban cuadros, fotos y diplomas. Más tarde el local se mudó a la calle Juncal, justo bajo el restaurant Morini, donde hoy se ubica el Centro Comunal. En el año 1988 fue trasladado a la ubicación actual, Juncal y Reconquista, al principio con entrada desde el propio Mercado y luego con salida directa hacia la calle para independizar su funcionamiento del resto del edificio.
Hoy podemos decir que hubieron dos FUN FUN: el clásico desde los primeros tiempos hasta fines del siglo XX y el nuevo, la segunda etapa desde el año 2000 en adelante. 
Antes el horario era el mismo que el del Mercado, es decir desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche. La clientela, sobre todo en los primeros años era de gente mayor, con sentido locatario, que se reunía casi todos los días para charlar y beber o contar anécdotas. La mayoría se arrimaba al estaño, donde apoyaba las copas y los codos para estar más cerca del contertulio y también del dueño, el inolvidable Coco, uno más en las charlas y discusiones. A veces algún cliente se ponía a cantar espontáneamente, sin micrófono e incluso sin música y luego hacían circular la guitarra boca abajo para quienes quisieran depositara una propina.
Ahora, en esta nueva etapa, la cosa ha cambiado bastante. Abre de martes a sábados de 20 horas y cierra a las 4 de la mañana. Es otro el tipo de público, generalmente más jóvenes, que valoran la música en vivo y el uso de amplificadores para los instrumentos. Un deck de madera desde 1999 gana espacio para una terraza desde donde atender a los fumadores o disfrutar de las noches de verano. Ahora el renovado FUN FUN tiene aire de tangueria o de moderno café concert, pero manteniendo su espíritu tradicional y el aire de magia que integra al visitante. Según Gonzalo su carácter clásico se mantiene porque sigue teniendo una bebida típica, la UVITA que solo se vende en el local, no se aceptó la distribución ni venta en supermercados pese a las ofertas recibidas y ha sabido integrar a los clientes y visitantes a través de centenares de fotos y recortes que cubren las paredes y permiten que muchos clientes se vean reflejados e identificados con el lugar En los últimos años se ha valorado su aspecto patrimonial e integra la lista de bares patrimoniales de Montevideo. 
Por último una referencia a los artistas amigos que concurren habitualmente como Dany Glover, Bryan Adams, Julio Bocca, Sabina (guitarrista argentino) y Dady Brieva (de los Midachis). A veces Ruben Rada se enrosca con Fattoruso y los tambores repican y se contestan en forma espontánea. Como conclusión, su vida y renovada energía proviene de una acertada adecuación a los cambios y las nuevas necesidades de la gente y la ciudad. De la charla con uno de sus clientes de siempre, tanto que forma parte de su espíritu, el periodista Carlos Soto, rescatamos dos perlas de su anecdotario: una que, como todo local que se precie, el FUN FUN tiene su propio tango, estrenado en 1963 por el “potrillo” César Zagnoli con la voz de César Pomar y una reflexión hasta de corte filosófico sobre el valor cultural de nuestros boliches en la vida ciudadana: el FUN FUN de antes era un lugar donde uno “con solo escuchar las conversaciones recibía una lección de vida, basada en una bohemia más aparente que real porque, aunque se tomaran copas y se charlara de todo, uno escuchaba anécdotas y recibía enseñanzas de comportamiento y de una forma de vida”.

 (1) Hasta 1940 solia escribirse con doble a.

(2)Café y sandwichería situado sobre la calle Sarandí frente a la Catedral que bajó las cortinas hacia el año 2000 y abrió por breve temporada en un intento de segundo tiempo en la calle Bartolomé Mitre entre Sarandí y Rincón.



1 comentario:

  1. No vamos a entrar en la eterna polemica, pero tengo que defender lo que es mío, Carlitos Gardel fue frances de cuna, está probado y reprobado con todo tipo de documentación y pruebas concretas, y Argentino y bién porteño por elección propia, todo lo demas son leyendas y mentiras, por favor, no distorsionemos la verdadera historia, porque sino es aquello de, miente y miente que algo quedará. Carlitos en sus tangos propios, siempre le canto a su Buenos Aires querído (junto a Lepera).-

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