sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuchi Leguizamón: las deudas de la cultura popular


El salteño Gustavo "Chuchi" Leguizamón, que cumpliría  95 años, vivió, escribió e interpretó música fuera del canon de su época, y su aporte, trascendente, acaso impar, obtuvo un reconocimiento tardío, todavía imperfecto.
Compositor y poeta, pero también polemista, docente y abogado penalista, Leguizamón es el creador de una de las más prolíficas y bellas obras de la música popular, aunque su nombre no alcanzó -en la historiografía cultural- los altares que se le han preparado a otros autores notables como Atahualpa Yupanqui o Astor Piazzolla.
Como es propio de su envergadura como músico, su afinidad con el universo sonoro incubaba una ambición universal: las desafiantes teorías de Arnold Schonberg, los composiciones clásicas de Igor Stravinsky o Maurice Ravel, y el piano del jazz (Art Tatum, Oscar Peterson, Duke Ellington) cimentaron su formación.
Ese aprendizaje le sirvió para atizar el universo folclórico con armonías extrañas y melodías de una poderosa simpleza.
"Zamba de Juan Panadero", "La pomeña", "Balderrama", "Zamba del silbador", "Si llega a ser tucumana", "Maturana", "Zamba del laurel", "Zamba de Argamonte" son algunas piezas hoy revalorizadas por una generación de músicos jóvenes que persiguieron su patrimonio musical.
"Toda zamba encierra una baguala dormida: la baguala es el centro musical y geopolítico de mi obra", confesaba.
Nació en Salta el 29 de septiembre de 1917. Su primer instrumento fue una quena, luego pasó a la guitarra, el bombo y finalmente se entusiasmó con el piano.
A los 20 años sorprendió a su padre, que esperaba que viajara a París para perfeccionarse como músico, cuando le anunció su idea de instalarse en La Plata para estudiar derecho.
Ejerció el litigio durante tres décadas y lo abandonó "cansado de vivir de la discordia humana y vivir de la alegría", conciliandose con el mandato paterno.
A los 25 conoció al poeta Manuel Castilla, el hijo de la estación Cerrillos del ferrocarril salteño, y de esa amistad nació una sociedad que alumbró, por caso, "Zamba de Argamonte", "Carnavalito del duende" o "Cartas de amor que se queman", entre tantos títulos.
Fue su más estrecha comunión artística pero no la única: también trabajó en colaboración con Jaime Dávalos, Armando Tejada Gómez, Miguel Angel Pérez y César Perdiguero.
Su derrotero fue diverso: fue diputado provincial en la gestión presidencial de Arturo Illia y abandonó espantado la experiencia de la gestión pública luego de haber protagonizado memorables debates en la legislatura salteña.
Organizó originales conciertos con campanarios y trenes y fue el el director del Dúo Salteño, una formación de vanguardia nacida en 1967 contra la tradición chalchalera y las tendencias que expresaban los conjuntos vocales de los `70.
Los contrapuntos y los conceptos corales del dúo conformado por Patricio Jiménez y Néstor Echenique inspiraron el célebre chiste, -agudo y ladino- de Atahualpa que señalaba: "Uno canta y los otros le hacen burla".
"El Cuchi podía poner todos los acordes extraños que vos quieras y tal vez no los correspondientes a la tradición folclórica, pero conocía muy bien esa tradición y conocía muy bien la música universal", recordó la cantante entrerriana Liliana Herrero quien, además de grabarlo, recoge su legado.
"Cuando componía nunca faltaba aquello que llama el pañuelo. Tenía un territorio, una geografía, una memoria musical que estaba siempre presente", añadió.
Leguizamón falleció el 27 de septiembre de 2000, dos días antes de cumplir los 83 años. De su inmensa obra quedó, apenas, un disco grabado, "Solo piano", producido por Manolo Juárez en 1983. Esa deuda con su figura todavía no está saldada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario